
D.K.: ¿Y usted interpretó al Arlequín, verdad?
J.L.: Sí. La puesta era muy original. Había unos cubos muy grandes que los movíamos. Primero eran los asientos para las señoras de la época. Después los poníamos de otra forma, y eran la entrada a una casa. Cecilio había estado en Japón y los había visto.
D.K.: ¿Y cómo los recibió la prensa?
J.L.: Gustó mucho. La gente se divertía con esa cosa medio ingenua que tiene Goldoni. Me acuerdo que yo saltaba y bailaba mucho. Y tuve muy buenas críticas. Ponían cosas muy lindas del espectáculo y de mí. Me da vergüenza decirlo, pero es así.