Edda Díaz nació en Tucumán en 1942. Egresó en 1964 del Conservatorio Nacional de Arte Dramático. En 1966 junto a Antonio Gasalla, Carlos Perciavalle y Norah Blay protagonizó Help, Valentino!, espectáculo fundacional del café-concert en la Argentina.
Como actriz, autora y directora ha realizado varios espectáculos unipersonales: Orgullosamente humilde, Chiquitita como soy, El coraje de ser madre, La noche y La DÍaz, Bésame, bésame público, La Mamá de Tarzán, El Show no está para bollos, Facciamo L’Humore, y Cartonedda.
Recibió en 1981 y 1991 el Diploma al Mérito Unipersonal de los Premios Konex. En España y luego Argentina protagonizó Mi Reina amorcito corazón de Beatriz Mosquera.
ENTREVISTA
Diego Kehrig: ¿Qué significó para tu carrera trabajar en Caminito?
Edda Díaz: Llegar a Caminito fue muy importante. Yo venía teniendo una carrera de éxitos: cuatro años protagonizando con Antonio Gasalla y Carlos Perciavalle. Y siendo nuestros propios empresarios, habíamos recorrido el país. Teníamos afiches en el subte… un montón de cosas. Y al mismo tiempo debuté en Canal 9, y el esperado debut en Canal 13. Pero, faltaba que viniera un director, y sucedió: llegó Madanes para ofrecerme un rol que yo quise hacer toda mi vida. Hay que tener cuidado con lo que se sueña, porque yo toda la vida quise hacer el duende Puck de Sueño de una noche de verano, de Shakespeare.
D.K.: Y en Caminito se te cumplió el sueño.
E.D.: Para mí estar en Caminito fue un gran orgullo.
D.K.: ¿De qué modo te convoca Madanes?
E.D.: Un actor, Jorge Villalba, le había dicho a Cecilio que lo fuera a ver a Gasalla. Nosotros estábamos haciendo Help, Valentino!, y la noche que Madanes vino, Antonio estaba terriblemente excitado. Para nosotros siendo tan chicos, que semejante director venga a ver nuestro espectáculo era todo un acontecimiento.
D.K.: ¿Ya sabían que Madanes estaba en la platea?
E.D.: Sabíamos, y que lo venía a ver a Antonio. Pero cuando terminó la función, vino enloquecido con que el duende era yo. Que mi carita, los ojos, el color del pelo… todo. Madanes decía que yo era su duende. El duende que había estado buscando.
D.K.: Se decidió inmediatamente.
E.D.: Terminó la función y vino a decírmelo.
D.K.: Y empezaste a ensayar.
E.D.: Sí, y tres días después puse como condición que convocara a todo el elenco. Madanes aceptó, pero después el único que quedó fue Antonio. Norah Blay, a fuerza de hacerle pasar malasangre, se fue.
D.K.: Desistió.
E.D.: Y el que era mi marido, Peter Gilbert también se fue. Es que en definitiva Madanes no los quería. Aunque a Antonio, sí. Él hacía a la enamorada en la parodia que dentro de El sueño de una noche de verano hacen los artesanos.
D.K.: La obra dentro de la obra.
E.D.: Exacto. Los artesanos que se ponen a actuar.
PUESTA EN ESCENA
D.K.: Con El sueño de una noche de verano, Madanes hace una apuesta diferente.
E.D.: Sí. En la obra tenemos un plano real y un plano imaginario. Entonces dijo: “vamos a utilizar lo más moderno que tengamos”. Y pensó en nosotros para que seamos sus actores.
D.K.: Desde los acrílicos en el bosque a ustedes como elenco es una decisión fuerte.
E.D.: Fue una decisión valiente.
D.K.: Sí, porque resultó revolucionario frente a lo que se hacía en La Verbena de la paloma, o en Una viuda difícil, que fue una propuesta mucho más tradicional.
E.D.: Pero, él ya había hecho lo de los caballos, ¿te acordás?
D.K.: ¿Te referís a Equus?
E.D.: Sí, Equus.
D.K.: Pero no lo hizo en Caminito. Yo me refería, a que el público que iba a La Boca ya conocía qué tipo de espectáculos ofrecía.
E.D.: Ah, sí. Se veían comedias, con ropas de época. Un despliegue.
D.K.: Y con El sueño… te veía a vos, con los vestuarios de Cancela–Mesejean.
E.D.: Cancela y Mesejean eran lo máximo. Tenían toda mi admiración. Cuando me casé, estuve a punto de alquilarles el atelier para irme a vivir ahí. Precioso, el lugar. Pero me decidí por un departamento que estaba a una cuadra del teatro donde trabajaba, y me podía ir maquillada, con el corazón pintado de negro atravesado con una flecha, y todo. Era frente al Hotel Alvear.
ESTRENO
D.K.: Y estrenaron a finales de 1968.
E.D.: Fue muy lindo hacerlo, pero muy sufrido. La noche del estreno, arriba del escenario había un Puck; pero en la platea había cuarenta.
D.K.: ¿Cómo es eso?
E.D.: Mientras yo estaba trabajando, había un montón de actores –más o menos cuarenta– ocupando las dos primeras filas. Toda esa gente había sido convocada para hacer el Puck. Habían sido llamados por Madanes; y habían sido probados, y habían ensayado. Desde primeras figuras, hasta desconocidos.
D.K.: Debe de haber sido muy incómodo para vos.
E.D.: Desde que empecé a ensayar, había rumores. Mi gente me decía: «Solita Silveyra está en lo de Mirtha Legrand, y dice que va a hacer el Puck».
– El Puck soy yo –les respondía.
–¿Pero cómo sabés que Madanes no te está mintiendo?
–Porque lo sé. Porque está fascinado conmigo. No me está mintiendo. Y porque nos ha traído a los cuatro, para que yo aceptara.
Porque después de todo, era una temporada de verano, nada más. Y a mí me interesaba conservar el grupo con Antonio y Nora.
D.K.: La obra dentro de la obra, otra vez.
E.D.: Fue una noche de estreno jodida. Incluso porque estaba Jorge Luz a quien yo admiro, adoro y le he dedicado espectáculos; y estaba muy enojado. Y yo entendía que él lo estuviera. Lo peor que me pasaba era que yo entendía que Antonio estuviera resentido, y que Jorge Luz estuviera resentido.
D.K.: Porque Jorge Luz venía protagonizando todas las obras de Caminito.
E.D.: Jorge era una especie de socio de Madanes.
D.K.: Y pensó que en este caso, el sería el duende.
E.D.: De cajón la iba a hacer él, y estaba convencido. Pero cuando se enteró que era yo, la mala onda daba vuelta la manzana.
D.K.: ¿Cómo llegó a la prensa la información de quiénes eran los postulantes para cubrir ese papel? ¿Fue un descuido de Madanes?
E.D.: No. Fue a propósito. Para crear una expectativa.
D.K.: Ah, ok.
E.D.: El revuelo de quién iba a ser realmente Puck, generó notas en todos lados. Por supuesto, mis amigos ya lo sabían, no les iba a mentir. Aunque he sido muy abierta al mundo, siempre tuve un grupo muy reducido de amigos. Conocidos… muchísimos, pero amigos a los que contás alguna cosa así: pocos. Y no salí a ningún medio a decir voy a hacer el duende Puck. Eso se guardaba como sorpresa para el día del estreno.
D.K.: O sea que toda esa gente que estaba sentada delante tuyo, había sido rechazada.
E.D.: Fue un manejo de Cecilio. Porque él era así. El hecho de que no esté más en este plano, que se haya acomodado al piso superior, no quiere decir que esto no sea verdad. Después, él cambió, dejó de ser tan bravo. Pero en ese momento, él era así. Muy complicado, muy difícil. Y amigo de dividir para reinar.
ELENCO
D.K.: ¿Por qué pensás que Madanes te elige para hacer el duende Puck?
E.D.: Madanes sabía que si lo hacía Jorge Luz, que ya era más grande, iba a dar otra cosa. O si lo hacía Solita que es diez años más chica que yo… tenía una cosa de muñequita en la cara. En fin, después estaba un muchacho. Pero fueron miles, miles, miles de miles los que audicionaron.
D.K.: ¿Con los otros personajes hubo tanta interna?
E.D.: No. Con la elección de los otros actores no hubo ningún conflicto.
D.K.: El elenco era fabuloso.
E.D.: Yo compartía el camarín con Eva Dongé, de la que me hice amiga personal. Yo la admiraba mucho. Y también con la chica que hacía de Hipólita. Ese rol lo iba a hacer Nora Blay. Y Cecilio, bueno… Nora se fue. Pero en nuestro camarín reinaba la santa paz.
D.K.: Caminito hizo que Gasalla y vos entraran definitivamente al circuito comercial. De algún modo los oficializó.
E.D.: Era un honor estar en el Teatro Caminito, y encabezando. En los programas de mano, veo que no me lo respetó. Pero vos llegabas a Caminito y el primer nombre que veías era: Edda Díaz.
D.K.: Me hubiese encantado verlos.
E.D.: Al principio estaba Pelusa Benedetto, y Cecilio me dijo: “Si está el Pelusa, no te puedo poner primera”. Y le respondí: “Bueno, en la vida hay que elegir. Lo único que te pido es el cartel, te pido encabezar”.
D.K.: Hablando de los camarines, ¿dónde los habían instalado esta vez? ¿No sé si te acordás?
E.D.: ¡Cómo no me voy a acordar! Madanes los había mandado a construir, estaban en el foro del escenario, como se hace ahora, y a los costados. Subíamos por una escalera.
D.K.: Porque el escenario seguía estando de espaldas al río, era telón de fondo para ustedes.
E. D.: Y pasaron cosas cómicas como, por ejemplo, decir: “el mufa es este”, “no, el mufa es aquel”, “no, mufa es el otro”. Antonio decía: “Hay que cortarles las uñas”. Y yo le decía: “Sí, pero ¿quién los convence a los viejos para que se las dejen cortar?” Entonces nos inventamos una, y le cortamos las uñas a todo el mundo. Y las quemamos.
D.K.: ¿Por la mufa?
E.D.: Sí, por la mufa, porque de pronto íbamos al teatro, y empezaba a llover. El aire libre tiene esas cosas. (Risas)
VECINOS
D.K.: ¿Cómo era el previo y el después de la función?
E.D.: Nos llevábamos muy bien, pero nosotros no tuvimos una amistad entre los actores.
D.K.: Yo me refería al público. En un teatro tradicional, no se ve llegar al actor. Y en Caminito, eso era inexorable.
E.D.: No. A nosotros tampoco nos veían. El público entraba por adelante.
D.K.: Por la calle Lamadrid.
E.D.: Exacto. No lo veíamos. A menos que quisiésemos. Pero, a mi nunca me interesó.
D.K.: ¿Y los vecinos? ¿Cómo fue el trato con quienes vivían en las casas lindantes?
E.D.: Se hicieron amigos. De nosotros y de nuestros compañeros; maridos o mujeres del elenco. Ponían una silla en sus balcones, veían la función todas las noches.
D.K.: Formaban parte del ritual.
E.D.: La primera perrita que tuve, después de casarme, me la regaló la señora que vivía en lo que era mi palco.
D.K.: Su casa formaba parte del decorado.
E.D.: Claro, su balcón daba al escenario.
D.K.: ¿El entrenamiento que te otorgó Help, Valentino, te vino bien para trabajar con el público tan cerca?
E.D.: Yo soy una actriz muy respetuosa de lo que el director pide. Y Madanes propuso una representación como en la época isabelina. Entonces, yo no miraba al público. Cuando decía el monólogo final, mis ojos enfocaban al horizonte, como se hacía en esa época.
D.K.: El espectador conservaba su anonimato.
E.D.: Espadachines y prostitutas, arriba. Nobles, abajo. Yo siempre tuve esa idea de que hay de todo en el público.
D.K.: Así era.
E.D.: ¡De hoy hablo! (Risas) Para el actor, el espectador es lo mejor que le puede pasar.
D.K.: Es el único modo que adquiere sentido el teatro.
E.D.: Sin ellos no hay función, no hay nada. Si no todo el sueño es para uno, y nada más.
D.K.: Está muy bien lo que estás diciendo.
E.D.: El teatro es amar, cuidar, compartir. Acabo de leer que Antonio (Gasalla) se enojó en Mar del Plata porque no andaba el aire acondicionado. Hizo subir al técnico, y que la gente si quería, se le devolvía la plata. Es parte del cuidado. Quizás sea duro, pero es maravilloso cuidar así al público. Acá, en mi casa, no tenemos aire acondicionado, pero yo trataba de darle lo mejor. Hasta han roto el vitraux de entrada, en el afán de abrir ventanas que no se abren. Porque a mí me parece que uno tiene que tenerlos en una cuna de oro, lo mejor que puede…
PRODUCCIÓN
D.K.: ¿Cómo funcionaba la producción?
E.D.: Cecilio era un gran empresario. Conseguía todo, o por lo menos eso es lo que dice la leyenda. Porque de esta parte, no sé nada.
D.K.: Por canje publicitario.
E.D.: Su nombre tenía mucho prestigio. Así como te digo que era un tirano, el peor del barrio. Al mismo tiempo, era un señor; era todo un crédito de profesionalismo y solvencia.
D.K.: Además, Caminito ya tenía diez años de existencia.
E.D. Y de éxitos.
D.K.: El verano anterior a El sueño…, Madanes no hizo nada en Caminito. Y entonces Petraglia montó Angelito, el secuestrado.
E.D.: Petraglia me había llamado en ese momento. Pero no me convenció el personaje que me ofrecía.
D.K.: Incluso, después de ustedes, hubo una segunda interrupción. ¿Qué sucedía?
E.D.: Ya peligraba la continuidad de Caminito.
D.K.: ¿Por cuestiones políticas?
E.D.: Había una movida política en contra de Cecilio. Le dificultaban mucho los papeles, los permisos. Ese tipo de cosas. Y también estaba su salud, recordemos que él se opera. Y había entrado en rehabilitación de su pierna. Pero, son todas suposiciones. Porque yo de su vida privada no supe nunca nada. Lo único que sabía era que Cecilio tenía un perro caniche blanco, de mucho porte. Y la mía era una caniche toy, chiquita y negrita.
D.K.: ¿El público respondió?
E.D.: Respondió. No te voy a decir que fue una locura, pero el público vino.
D.K.: Y estuvieron esos tres meses de la temporada.
E.D.: Estuvimos esos tres meses y nada más, que era lo que estaba pautado. Y estuvo bien así. Porque no queríamos seguir. Había muchos chismes, y no de las mujeres, precisamente.
D.K.: No eran los de Goldoni.
E.D.: No. (Risas)