ERNESTO SCHOO es crítico teatral, periodista cultural, escritor, traductor, columnista del diario La Nación y miembro de la Academia Nacional de Periodismo.
Se inició en La Gaceta, en 1950. Fue Jefe de Artes y Espectáculos de las revistas Primera Plana, Panorama y del diario La Opinión; y, más recientemente, crítico de la revista Noticias. Dirigió los suplementos culturales de los diarios Tiempo Argentino y La Razón. Entre 1996 y 1998 fue Director General del Teatro San Martín.
Entre sus libros se destacan Cuadernos de la sombra, Pasiones recobradas, El Baile de los guerreros y Ciudad sin noche.
Ganó la beca Guggenheim, el Primer Premio Municipal y cuatro Konex -uno de ellos de Platino, en la disciplina de Letras- Fue nombrado Caballero de la Orden y de las Artes y las Letras del Ministerio de Cultura de Francia, y Oficial de la Orden al Mérito de la República de Italia.
PASAJE CAMINITO
D.K.: Madanes dirigía grandes textos, se rodeaba de actores estupendos, y su trabajo funcionaba muy bien en circuitos de teatros tradicionales. ¿Pero qué sucedía en Caminito?
E.S.: Lo que daba la nota era el encanto del lugar. Cecilio incorporó el espacio a la trama. Era un hombre muy inteligente. Captó muy bien la atmósfera, y supo cómo aprovechar las casas lindantes. Las ventanas, los balcones.
D.K.: La realidad que rodeaba al escenario.
E.S.: Había un truco que estaba admirablemente hecho. Hicieron la llegada de una góndola, de donde bajaban los personajes.
D.K.: ¡Extraordinario!
E.S.: ¿Cómo lo hicieron?, no me preguntes. Con el Riachuelo de fondo, y usando las perspectivas lograron el efecto. Parecía escapado de un cuadro de Canaletto.
D.K.: Hasta ese momento, Caminito no era un lugar turístico. Recién cuando se inaugura el teatro, despierta el interés, ¿verdad?
E.S.: Claro, ahí nace la moda de La Boca.
D.K.: ¿Y qué tipo de público convocaba?
E.S.: Toda clase de gente. Muchísima del barrio, y de los alrededores.
D.K.: Me parece que para que fuese un éxito, tenía que incluir a la clase media. Y la gente vino.
E.S.: Sí, exactamente. Fue un acontecimiento. Cada verano, eran más lo que se acercaban.
D.K.: Fue creando la costumbre. ¿Cómo era ir hasta allá?
E.S.: No era complicado. Tomabas el ómnibus de siempre, el 152.
TEMPORADAS
D.K.: Empecemos con “Los chismes de la mujeres” donde los protagonistas eran Aída Luz, Beatriz Bonnet, y Jorge Luz. ¿Cómo fue ese debut?
E.S.: ¡Una maravilla! Me gustó muchísimo. Tuvo mucha repercusión, incluso fue a verlos Jean Vilar.
D.K.: Él vino a la Argentina en el ‘57 a dirigir a María Casares.
E.S.: Sí, en el Teatro Cervantes hicieron María Tudor de Víctor Hugo. Lo felicitó a Jorge Luz. Él hacía el Arlequino. Estaba genial.
D.K.: Jorge Luz me contó que en la puesta usaban unos cubos que Madanes había visto en Japón.
E.S.: ¡El teatro argentino después abusó tanto de esa idea!
D.K.: Eran unos cubos netos, blancos y que según como se disponían los armaban.
E.S.: Le daban un signo de modernidad al texto. La producción era muy buena. Yo creo que ahí tenía que ver mucho el arquitecto Linares, y Pedreira.
D.K.: Pedreira figura en los programas de mano como escenógrafo, pero Linares no sé exactamente que hacía.
E.S.: Era el Director de lo que se llamaba en esa época, Festejos y Ornamentaciones, una dependencia de la Municipalidad.
D.K.: ¿Qué otros actores recuerda que lo hayan impactado más?
E.S.: Tantos… Osvaldo Terranova, Aída Luz, María Elena Sagrera. En La pérgola de las flores estaba Valeria Riz. ¿No tenés idea quién es?
D.K.: Nada, ayúdeme.
E.S.: Valeria Riz es una cantante, que tuvo su momento acá. Y tuvo su momento en París. Le fue muy bien en Francia cantando tangos. Su verdadero apellido es Munarriz. Pero acá lo achicó. Y al llegar a París, era ridículo llamarse “Valeria Arroz”. Entonces recuperó el apellido completo. Tenía una voz maravillosa, bien grave. En La pérgola de las flores cantaba desde un balcón.
D.K.: Se grabó un Long Play de La pérgola de las flores, con el elenco original.
E.S.: Sí. Me acuerdo que cantaba Balada de medianoche.
D.K.: Y le encantó.
E.S.: Si, me gustó mucho. Y me hice amigo. En la medida que se podía ser amigo, porque ella tenía un carácter imposible. Una mujer que tuvo de todo, pero era imposible.
D.K.: ¿Qué pasó con El Sueño de una noche de verano que no tuvo buenas críticas?
E.S.: No me gustó ni la adaptación, ni la puesta, ni los actores.
D.K.: ¿Y Edda Díaz?
E.S.: Es una muy buena actriz, pero no. No era para ese papel.
D.K.: ¿Qué pasaba? El vestuario era de Claudio Segovia, Delia Cancela y Pablo Mesejean, todos de excelencia.
E.S.: Yo creo que el problema estaba en la Dirección.
D.K.: Me da la sensación que Madanes era mucho más puestista, que director de actores.
E.S.: Sí, exactamente. ¿En qué año fue?
D.K.: En 1968. ¿Ud. tiene archivo de esas críticas?
E.S.: No.
D.K.: Yo conseguí algunas.
E.S.: Pasó de todo además. Esa noche, aparte que no me gustaba lo que estaba viendo, sentía algo raro, me sentía como muy acalorado.
D.K.: ¿Qué le pasaba?
E.S.: Tenía sarampión, y me brotó esa noche. Muy extraño, porque ya la había tenido de chico. El médico me dijo que era otra forma de sarampión.
D.K.: ¿Se enteró al otro día?
E.S.: Claro, cuando me miré al espejo.
D.K.: Lo brotó. (Risas). Lo brotó la puesta. La verdad que el bosque de acrílico no era muy lindo.
E.S.: Y después que leyó la crítica, Cecilio me mandó una caja. Un buen día llega a mi casa, una caja de cartón dentro de la cual se oía un tica-tac, tic-tac… La abrí y era un despertador. (Risas). Si querés, contalo.
D.K. Es preciosa la anécdota. Usted brotado y la bomba a punto de estallar. Todos en erupción.
D.K.: Durante el invierno, se iban de gira. Llevaron Una viuda difícil a Brasil.
E.S.: Sí, a Río de Janeiro. Y después hizo Las de Barranco en Roma.
D.K.: Fue traducido como Casa Barranco, y fue con un elenco italiano.
E.S.: Pero no tuvo éxito. A los romanos el teatro no les importa mucho.
MADANES
D.K.: ¿Cómo era Madanes?
E.S.: Era bravísimo. No era muy popular con los actores. No lo querían. Muy mal carácter, los maltrataba. Y con otros, era un encanto. Con Cecilio empezamos a hacernos amigos, cuando él hizo La traviata en el Colón.
D.K.: ¿En qué en qué año?
E.S.: Tiene que haber sido a mediados de los sesenta.
D.K.: Ah, entonces estaba, estaba haciendo Caminito.
E.S.: Sí. Me acuerdo que hizo Flor de cactus con Amelia Bence. Era íntimo con Amelia, y Luis Saslavsky.
D.K.: Los ojos más lindos del mundo es de Saslavsky.
E.S.: Sí, él. Madanes había trabajado con Saslavsky en París.
JORGE LUZ
D.K.: Hablemos de Jorge Luz.
E.S.: Jorge Luz es un genio. Un actor genial. El día que lo nombraron ciudadano ilustre, se me acercó un joven artista de teatro, y me preguntó si Jorge era un cómico o un comediante. En mi opinión, es un gran comediante que puntualmente hace de cómico. A él le brota naturalmente el cómico, pero es un gran actor.
D.K.: Decirle «cómico», sería un reduccionismo. Lo vi en una puesta de Alfredo Arias hace unos años en el Teatro San Martín. Marilú Marini era la protagonista femenina, y desplegaba una técnica muy refinada, pero Jorge gobernaba la escena desde el instinto. Tiene “un saber hacer” extraordinario.
E.S.: Formidable, un actor nato.
D.K.: Hizo nueve piezas en Caminito. Era un aliado de Madanes.
E.S.: Eran muy amigos además. Se entendían muy bien.
D.K.: Hacían Comedia del arte con textos clásicos, y sin embargo eran absolutamente populares.
E.S.: Esa era la base. Hacer eso en La Boca. Con ese nivel, con esa gracia. La gente lo agradecía mucho.
TRADUCTORES
D.K.: Tulio Carella realizó la versión en castellano de Los chismes de las mujeres de Goldoni, y del Il corvo de Gozzi.
E.S.: Era además un dramaturgo, escribió dos obras muy famosas. Una la hizo Gloria Guzmán y se llamaba Doña Clorinda, la descontenta.
D.K.: Compré una edición muy vieja, de su ensayo sobre el sainete criollo. Carella fue una persona extremadamente culta, además de sus dotes literarias.
E.S.: Sí. Y murió joven. Una pena.
D.K.: En 1958 cuando estrenaron Las picardías de Scapin se publicó la traducción de Rafael Alberti. Después Luis Saslavsky tradujo dos obras del francés. Y para El Sueño de una noche de verano, Madanes llamó a Manucho Mujica Láinez. Pero no hay nada más. Me está costando mucho encontrar material impreso.
E.S.: ¿No hay nada archivado?
D.K.: En la Biblioteca de Argentores encontré los programas de mano. Y dependo después de los archivos personales de los actores.
E.S.: Lo que has recopilado hasta ahora, es muy buen material.
D.K.: Gracias.
PRODUCCIÓN
D.K.: El trabajo de Madanes no era únicamente lo que ocurría en el escenario. A mi modo de entender, Caminito fue fundamentalmente, una gran idea de producción.
E.S.: Cecilio era habilísimo en el manejo del dinero.
D.K.: Solicitaba al Fondo Nacional de las Artes un crédito, que devolvía incluso antes que se cumpliera el plazo. Y he recopilado un álbum con publicidades de las empresas auspiciantes. Que eran muchísimas.
E.S.: Le iba muy bien. Económicamente, era un gran negocio.
D.K.: Hizo una mixtura. Armó una cooperativa, solicitó apoyo estatal, pero también generó una situación con aportes de capital privado.
E.S.: De eso Kive te va a informar bien porque él fue el administrador.
D.K.: ¿Usted recuerda que en Caminito se hiciera teatro a posterior que Madanes se fuera?
E.S.: No, que yo recuerde no.
PREMIOS
D.K.: ¿Cuál era la opinión general de sus colegas acerca del Teatro Caminito?
E.S.: En general era buena. Y yo era la oveja negra.
D.K.: Me sorprendió que no hubiera premios para Madanes o su Compañía.
E.S.: Cecilio tenía un gran prestigio. Debe haber sido difícil, al principio. Pero que yo me acuerde, tuvo un gran apoyo de difusión del Diario La Nación.
D.K.: Madanes ya tenía su nombre instalado, previo a Caminito.
E.S.: Sí. Pero Caminito fue el gran salto en su carrera.
OTRAS COMPAÑÍAS
D.K.: ¿Cómo era el panorama teatral de Buenos Aires, mientras se ofrecía teatro en Caminito?
E.S.: En esa época se hacía teatro al aire libre en El Botánico, en Parque Lezama, en Rodríguez Peña y Marcelo T. de Alvear – frente a lo que ahora es el Ministerio de Educación-, en el Parque Centenario y en La Rural. Cuando yo era chico, mi papá que era loco por la ópera, y me llevaba a La Rural. Lo hacían como podían, me acuerdo por ejemplo, que si tocaba una noche de viento todo se movía y el sonido era un espanto.
D.K.: En Caminito se trabajaba con micrófono, ¿verdad?
E.S.: Si, se escuchaba muy bien.
D.K.: Y en salas tradicionales, estaba la Compañía de Cibrián-Campoy, en el Maipo se ofrecía la clásica Revista, y en el Avenida: un repertorio más español.
E.S.: No nos olvidemos de la Comedia Nacional en el Teatro Cervantes. Y el San Martin, en algún momento.
D.K.: Y después del ’60, empieza el Instituto Di Tella. ¿Podríamos señalar al Cervantes, el San Martín, el Di Tella y a Caminito en un mismo nivel?
E.S.: Sí, y agregar algo del teatro comercial. Por ejemplo Luisa Vehíl. Ella hacía mucho lo que ella llamaba comedias de autores franceses.
D.K.: ¿En qué Sala trabajaba mayormente?
E.S.: En el Liceo. Era una actriz muy de la época. ¿Cómo te puedo decir? Del buen decir. La voz de Luisa, sus inflexiones eran una maravilla.
D.K.: Sí, leí en algún reportaje a Miguel Ángel Solá, diciendo que cuando su tía hacía Los días felices de Beckett era extraordinario lo que generaba.
E.S.: Así es, en el Segundo Acto, su personaje estaba enterrado hasta el cuello. Y lo único que veíamos era su cabeza. Lo que irradiaba Luisa, era asombroso.
D.K.: Absolutamente moderna.
E.S.: Sí, fijate que se animó a ir al Di Tella con una obra de un autor inglés, del 1600. Hizo de John Webster: La duquesa de Malfi, dirigida por Petraglia.
D.K.: Genial. Uno a la distancia puede ver esas carreras, y le nace un enorme sentimiento de respeto.
E.S.: Sí. Grandes artistas, y propuestas muy interesantes.
D.K.: Bueno, la otra vez vi un documental sobre Eva Franco haciendo Bodas de sangre, su imagen era muy poderosa. Su trabajo era de una técnica muy vanguardista, muy moderno incluso frente al de sus compañeras.
E.S.: Notable, realmente. A Eva la dirigió Lorca. Lola Membrives estrenó Bodas de sangre en el Maipo, te lo digo porque mis padres fueron al estreno.
D.K.: ¡Qué historia!
E.S.: Yo tenía ocho años.
D.K.: ¿Y cómo ve ahora al panorama teatral?
E.S.: Es muy interesante la gran cantidad de gente joven con mucho talento. Encuentro mucha más imaginación y audacia en los dramaturgos jóvenes, que en los escritores jóvenes.
D.K.: La dramaturgia no es un texto prestigioso, como podría ser una novela. Hasta que los actores no respiran tu texto, ese material no existe. Es precioso que alguien con sus conocimientos, diga eso.
E.S.: Hará unos quince años estaba en la Fundación Antorchas como Consejero de la parte de Teatro, y ahí descubrí -me atribuyo el descubrimiento- a Alejandro Tantanián. Y ahí apareció toda una camada muy interesante. Recuerdo haber hecho una gran nota en el suplemento literario de La Nación presentando a esa generación. Contraponiéndola a lo que yo llamaba “la generación del living”. Porque en una época todo el teatro transcurría en un living de clase media.
D.K.: Bueno, en Mar del Plata durante la temporada, es la típica puesta para una comedia.
E.S.: Terrible. Todo un siglo viendo eso.
D.K.: Lo entiendo. A mí me sucede con la pava y el mate. No tolero una sola escena más de costumbrismo con una pava en un escenario. Furia me sale.
E.S.: Claro, y de pronto apareció esta gente. De mucho crecimiento, hermoso recambio. Y necesario.
CIERRE
D.K.: ¿Por qué Madanes cerró su ciclo en Caminito?
E.S.: No sé qué pasó.
D.K.: En el ’68 hubo una interrupción. Tengo registro de una puesta en escena que dirigió Petraglia durante ese verano.
E.S.: Angelito, el secuestrado con Iris Marga.
D.K.: Sí. Me parece que fue porque viajó a Europa. Puede también, que haya tenido problemas de salud. Pero en 1969 Madanes regresa con El sueño de una noche de verano.
E.S.: Se habrá cansado.
D.K.: Él habló siempre con mucho cariño, hablaba como de su hijo.
E.S.: Su obra maestra, su obra máxima.
D.K.: Después dirige hasta el Teatro Colón. Pero con Caminito lo unía una relación afectiva.
E.S.: Yo me imagino porque él inventó todo, encontró el lugar.
CAMINITO HOY
D.K.: ¿A qué atribuye que ese contenido artístico, haya sido reemplazado por una imagen empedernida del tango?
E.S.: Por el resultado económico que consigue el turismo.
D.K.: Todo lo que ocurre es repetición. Parecería que a una puerta de chapa en Caminto, hasta que no la pintes de varios colores, no estará en La Boca. Ya no hay pintura sobrante de ningún casco. Pero habrá que seguir esa estética, aunque más no sea, para vendérsela al turista.
E.S.: Ya no hay riesgo.
D.K.: La interrupción del ciclo de Madanes, puso en evidencia la falta de nuevas imágenes. Mis amigos me dicen “En Venecia, ves una máscara más y salís asqueado”, ahí también hay un gran negocio.
E.S.: ¡Y qué negocio!
D.K.: ¿De volver a ofrecer teatro en Caminito, cómo supone usted qué reaccionaría el público?
E.S.: Creo que tendría éxito. No sé exactamente con que repertorio. Tal vez, con alguna comedia musical. Ahora que están de moda los musicales.
REGISTRO
D.K.: El teatro es tan difícil de registrar. El video nunca alcanza a reflejar lo que sucede realmente en el escenario.
E.S.: La atmósfera es imposible de reproducir. Recuerdo algunos trabajos de María Rosa Gallo.
D.K.: Sí, imposible. Cecilia Rosetto en sus comienzos trabajó con ella en Las Troyanas, y dijo que mientras María Rosa actuaba en el escenario, ella se paraba entre patas para aprender. Eran verdaderas clases de teatro. Eso es imposible de trasladar en un libro.
E.S.: Podes relatar que durante las noches de verano en La Boca, se hacía teatro bajo las estrellas. Pero esa magia, precisa de la experiencia personal. El teatro ocurre en el patio de butacas.