Valeria Munarriz (cantante)

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VALERIA MUNARRIZ nació en Balcarce, provincia de Buenos Aires. Participó en La Reina del Plata está loca un espectáculo de café-concert en Punta del Este junto a Antonio Gasalla y Carlos Perciavalle.

Se mudó a París donde participó junto a su cuarteto de músicos cantó tangos en Teatro Gaité Montparnasse.

Grabó una serie de discos, entre ellos: Quel tango presentado en Tokyo, y Moi, je suis du temps du tango, con dirección musical de Georges Rabol. Que incluye temas como: Le temps du tango de Caussimon, Apología tanguera, Barrio de tango, El patio de la morocha, El firulete, La cumparsita, Mon coeur s’ouvre a la voix de Sansón y Dalila de Saint-Saëns, La folle complainte de Charles Trenet, La dama de Montecarlo de Jean Cocteau y Francis Poulenc.

Actuó en festivales, giras con el Bolshoi, el Teatro Gerard Philipe, el Forum des Halles, y en el Espace Cardin.

En 1997 regresó a la Argentina para realizar algunas presentaciones en el auditorio del Hotel Bauen, y en el Centro Cultural Recoleta. Actualmente escribe sus memorias.

 

AUDICIÓN

DIEGO KEHRIG: ¿Cómo empezaste a trabajar en el Teatro Caminito?

VALERIA MUNARRIZ: Estaba actuando en El comprador de horas con Ignacio Quirós, bajo la dirección de Marcelo Lavalle en el Teatro Ateneo; y el señor Madanes llamó a un concurso para una canción.

D. K.: Llamó a audiciones.

V. M.: Sí, exacto. Él iba a montar La pérgola de las flores, que había sido un gran suceso en Chile. Me presenté y dijo: “No hay más nada que hacer, se la damos a esta chica”.

D. K.: Directamente.

V. M.: Yo era una chica en ese momento.

D. K.: ¿Te acordás donde fueron esa audición y los ensayos?

V. M.: Ay, no… En un salón. En el centro de la Ciudad.

D. K.: ¿Habías ido al Teatro Caminito antes de tu participación?

V. M.: No. En ese momento, no sabía nada. Recién empezaba mi vida. Con Marcelo Lavalle hice dos o tres obras. Ahí me fui enterando de todo.

D. K.: ¿Cantabas en esas obras?

V. M.: No. Aunque en “El comprador de horas” había una canción. Pero la cuestión es que fui la revelación de ese año.

 

LA PÉRGOLA DE LAS FLORES

D. K.: En diciembre de 1964 estrenaron La Pérgola de las Flores.

V. M.: Cecilio me había dado dos papeles. El primero abría la obra: lo hacía con otra chica, éramos las pitucas. Hablábamos con el acento chileno. Fue muy hermoso.

D. K.: Y después aparecías en la escena del balcón.

V. M.: Sí, me cambiaba a las apuradas. Me ponía de prostituta. Hacía de una mujer de la calle la que cantaba desde el balcón.

D. K.: Ernesto Schoo me habló maravillas de tu número. Me dijo que estabas vestida de colorado, y con el pelo engominado. Una imagen muy potente.

V. M.: Esa era la puesta de Madanes. Todo salía de su imaginación. Era muy refinado. Y Jorge era adorable.

D. K.: Jorge Luz hacía de un peluquero.

V. M.: Su personaje se llamaba Pierre, me acuerdo que cantaba que había que sufrir para ser linda. Ahora, todas saben muy bien eso. Con las cirugías. Estaba una chica que hacia la campesina que era muy buena.

D. K.: Laura Escalada. Que después fue mujer de Piazzola. Ella cantaba: Yo vengo de San Rosendo.

V. M.: Me acuerdo que vino la princesa Federica de Hannover. Que es la madre de la actual Reina de España.

D. K.: La pérgola de las flores fue todo un suceso. Y la integración con el barrio, era fundamental.

V. M.: Yo salía desde un balcón vecino, que daba al escenario. Tenía que entrar a una casa, subir una escalera, y todas las noches me perseguía un perro. Le tenía que llevar algo, para que no ladrara y me dejara cantar. En esa época, eran todos conventillos los del barrio.

D. K.: ¿Cómo fue que pasaste a llamarte Valeria Riz?

V. M.: Ese fue Madanes. Lo decidió solito. Ni me preguntó. Cuando llegaron los carteles, yo no me encontraba. Entonces le pregunté: – “¿Cecilio, y dónde estoy?”

– “Acá”, me respondió.
– “¡Yo soy Munarriz!”, le dije.
– “Pero no cabías. Así que ahora sos Valeria Riz”.
Y listo, así quedé.

 

MANUCHO MUJICA LÁINEZ

D. K.: ¿Qué personalidades de la época visitaban Caminito?

V. M.: Con Manucho Mujica Láinez me hice amigo. Era muy genial. Tan abierto, tan bueno. Cuando era su cumpleaños su casa estaba abierta. Iba todo Buenos Aires, ¿entendés? Subías una escalera, llena de cuadros antiguos. Y el hijo le robaba los cuadros, los mandaba  a copiar, y ponía los falsos. El viejo estaba furioso, no quedaba ni un original.

(Risas).

D. K.: Digamos que ganaron las versiones contemporáneas. Caminito te permitió codearte con gente así, y te volvió una figura del espectáculo.

V. M.: Sí, fui la revelación. Pero no me volví pretenciosa por eso.

 

LA VERBENA DE LA PALOMA

D. K.: Al año siguiente estrenaron La Verbena de la Paloma, ahí hacías el papel de La Cantaora, ¿verdad?

V. M.: (Canta) “En Chiclana me crié. En Chiclana me crié. Que me busquen en Chiclana, si me llegara a perder”.

D. K.: Y Ana María Stekelman hacia La bailaora, mientras usted cantaba.

V. M.: Pobre, yo la martirizaba. No pongas eso… Pero la  tocaba. La tocaba che…

D. K.: ¿Mientras bailaba?

V. M.: No, antes, y después. Que se yo… la tocaba.

D. K.: ¿Y no le gustaba que la tocaras?

V. M.: Parece que no. ¿Sabés con quien me enemisté a causa de mi carácter?  Con Oscar Araiz.

D. K.: Era el coreógrafo del espectáculo.

V. M.: Oscar dijo: –“Si Valeria levanta los brazos así, yo me voy de la Compañía”. No quería, y a mí me gustaba cantar y levantarlos  bien alto. Bien español. Entonces, ¿sabes que dije?: “Andate de la Compañía ya, porque los brazos no los bajo”. Y nos quedamos los dos.

En la orquesta estaba el padre del que fue un gran concertista. Siempre decía: “Mi hijo será un gran pianista” ¿Y sabes quién era su hijo? Bruno Gelber. En ese momento nadie le creía.

D. K.: Y el padre no se equivocó.

V. M.: Me acuerdo que en el elenco estaba Vegal.

D. K.: Sí, Fernando Vegal. Todos de lujo.

 

ANGELITO, EL SECUESTRADO

D. K.: Entonces hiciste dos temporadas: La pérgola de las flores y La verbena de la paloma.

V. M.: No, tres. Hice también el Angelito, el secuestrado. Y fue el escándalo.

D. K.: En el verano de 1968 Madanes estaba de viaje por Europa, y no dirige en Caminito.

V. M.: Entonces entra Petraglia, monta Angelito, el secuestrado. Iris Marga era la protagonista.

D. K.: Me parece que hubo una interna ahí.

V. M.: No sé nada. Madanes ya estaba un poco harto de los trámites me parece. Pero lo que sí  me acuerdo es que Petraglia no me quería dar nada. Lo único que podía decir en toda la obra era: “¡Ah!”. “A-hache-signo de admiración”. Nada más.

Con los años logré transformar ese “Ah” en ópera. Cantaba en francés, en ruso, de todo. Con Miguel Ángel Rondano, que era un tipo muy capaz hice La vera historia de Salomé. Y obteníamos un aplauso loco.

 

EL BARRIO

D. K.: ¿Cómo era trabajar en el barrio de La Boca?

V. M.: Íbamos siempre a comer a la vuelta. A una cantina.

D. K.: ¿Después de la función?

V. M.: Exacto.

D. K.: ¿Y los camarines?

V. M.: Madanes había puesto carricoches para cambiarnos. Como en las películas.

 

CAFÉ-CONCERT Y T.V.

D. K.: ¿Después de Caminito hiciste Café-Concert, verdad?

V. M.: Sí. Con Inés Quesada. Y empecé a andar de aquí a allá. Participé en varios programas importantes de televisión. Con Hugo Guerrero Marthineitz, que pobrecito que murió en la ruina.

D. K.: ¿Y qué hacías ahí?

V. M.: Cantaba. Estuve en Perú. Después fui a Cali, en Colombia. Pero sinceramente, mi idea era conquistar París.

 

PARÍS

D. K.: Tenías claro tu objetivo.

V. M.: Me fui con todo. Todo el mundo se iba a París en la época del “Di Tella”. Primero íbamos a Venezuela, después cruzábamos a Nueva York, y de ahí a París. Fui con una obra que se llamaba El grito, pero solamente lo pude hacer en La fête de l’Humanité. Me escuchó el director del Teatro de la Ópera, todo el mundo, pero nadie se animaba a producirla. Es una pieza demasiado jugada.

D. K.: La fête de l’Humanité es un festival anual organizado por el diario comunista francés L’Humanité. ¿Tu repertorio de tango lo empieza en París?

V. M.: Había hecho una presentación en el Teatro de la Arquitectura en Buenos Aires. Y mis primeras cosas en televisión fueron cantando tangos. Pero sí, mi repertorio de tango lo desarrollé en París. Me acuerdo que una tarde estaba en el auto con Norma Dumas, y pasó caminando Susana Rinaldi. Pero cuando me vio, no quiso subir.

D. K.: No había lugar para dos divas.

V. M.: Le agarró un ataque cuando empecé a hacer tangos allá. El empresario empapeló París con mi primer afiche. Pero esa época no está ahora, no existe más.

Recuerdo que participé también en una compañía de flamenco, y recitaba La casa de Bernarda Alba. Salía con los bailarines, y ¡pegaba unos gritos!

D.K. ¿Lo hacías en francés?

V. M.: No, en castellano. Recorrimos toda Europa con ese espectáculo. Tenía al guitarrista enfrente, y al cantaor detrás. Así que yo gritaba como loca. Y al director le gustaba que gritara. “Gritá más, Valeria”, me decía.

D. K.: Haber hecho “La verbena de la paloma” en Caminito, te habrá ayudado para tomar el espíritu español.

V. M.: Me dio la seguridad para poder irme a París.En esa gira íbamos a todos los pueblos. Incluso una vez me quisieron dar un chico para que me lo lleve.

D. K.: Contame eso, por favor.

V. M.: Había un niño, y yo dije: “¡Qué lindo que es!”. Entonces vino una Señora que me hablaba en un italiano. Era un dialecto muy cerrado. Y yo no le entendía.

Entonces vino con el cura del pueblo, me dijo: –“La señora dice que si usted quiere, se puede llevar al chico. Adoptarlo”.

D. K.: ¿Y vos?

V. M.: Le dije: –“No, no puedo. Estoy trabajando.”

D. K.: Tremendo.

V. M.: Fue increíble.

Durante una presentación en París.

 

CIERRE

D. K.: ¿Por qué terminó Caminito?

V. M.: ¡Porque las señoras no pusieron más la plata para las sillas!

D. K.: Te referís a los 700 amigos de Caminito, que cada año compraban el abono. Aunque me han dicho que Madanes se había cansado de la burocracia que le exigían por los permisos municipales.

V. M.: Pero le había ido muy bien.

D. K.: Le fue maravilloso. Pero eran espectáculos de gran producción.

V. M.: Sí, era genial. Después intentó hacerlo en Italia, pero falló. Cecilio mismo lo decía. No lo ocultaba.

D. K.: Sí, en Roma no funcionó. Hicieron una temporada en Chile y en Brasil.

V. M.: ¡Qué personaje Cecilio! ¿Dónde hubo otro?

D. K.: ¿Volviste a Caminito alguna vez?

V. M.: No, nunca volví.

D. K.: ¿Y a Madanes lo seguiste viendo después de “Caminito”?

V. M.: Sí, iba a visitarlo con mi hermano. Vivía frente a Parque Lezama. Cuando le dije que el Bolshoi de Moscú me había llamado para hacer una gira por todo el mundo, se quedó helado. Y dijo: “Sos loca”. ¡Mirá lo que me dijo!

D. K.: ¿No te creyó?

V. M.: Nunca se imaginó que el Bolshoi me eligiera. Tengo fotos con su Director cuando se presentó en el Teatro Colón y en el Luna Park. Cecilio ya no estaba bien de salud.

D. K.: Contame, como fue la propuesta.

V. M.: Fuimos a ver la obra, tranquilamente sin saber nada. Entonces a mitad del espectáculo, se  oye “Los ejes de mi carreta” de Atahualpa Yupanqui. Y la voz que se oía era la mía. Yo me quedé atónita. Imaginate mi gran alegría de estar en el repertorio del Bolshoi. Cuando terminó la función, fui a ver al director, y resultó ser un gran admirador mío.

D. K.: ¿Y no lo sabías?

V. M.: No, y Cecilio tampoco.

D. K.: ¡Qué maravilla!

V. M.: Fue una sorpresa.

D. K.: Bueno, eso es lo que tiene la profesión, ¿verdad?

V. M.: Sí, es maravillosa. Y otras veces, es muy hostil.

D. K.: ¿Te molestó alguna vez que Caminito fuera al aire libre, que no tuviera paredes?

V. M.: Para nada. Las paredes las hace uno, cuando tu voz vuelve en el aplauso del público. El público sostenía las paredes.