Nombre del espectáculo: LA PÉRGOLA DE LAS FLORES
Fecha de estreno: 13 Diciembre 1964
REPARTO
Rosaura San Martín: GLORIA MONTES
Ramona: MERCEDES ESCRIBANO
Charo: NENÉ MALBRÁN
Pergolera 1: ALICIA PONCE
Pergolera 2: GABRIELA EBERLE
Pergolera 3: MARTHA FERRER
Pergolera 4: CARMEN VACCARO
Pergolera 5: MARGARITA VENTURA
Rufino, maestro coronero de Rosaura: CARLOS FIORITI
Vendedor de banderitas: RUBEN FRAGIACOMO
Diariero: HECTOR DA ROSSA
Vendedor de golosinas: ABEL FERRE
Vendedor de globos: MAURICIO SOLA
Barquillero: VICTOR H. VIEYRA
Niñas de la sociedad: MARÍA BALTAZAR, OLGA CALDERAZZO, GLORIA JAISEN, AURORA PICON, ANTOINETTE SAN MARTÍN, ELIZABETH SIMMONS
Luchi, niña sofisticada: MARÍA INES MADERAL
Cora, su amiga: ADA ZANET
Regidor Gutiérrez: MIGUEL ANGEL CASTRO
Alcibíades, el alcalde: TINO PASCALI
Rebeca Rioseco, dama de la sociedad: VALERIA RIZ
Lucía Rioseco, su hermana: EDELMA ROSSO
Carlucho, el hijo del alcalde: CARLOS ALVARENGA
Vendedor de paltas: HUGO RAMOS
Tomasito, el hijo de Ramona: ROGELIO ROMANO
Carmela, ahijada de Rosaura: LAURA ESCALADA
Facundo, carabinero: JUAN ANGEL VOZZA
Laura Larrain, viuda de Valenzuela: ELENA LUCENA
Clarita, sobrina de Laura: AMANDA BEITTIA
Pin Pin Valenzuela, urbanista hijo de Laura Larrain: JORGE LUZ
Fuenzalida, su ayudante: ABEL FERRE
Secretarias: VALERIA RIZ, EDELMA ROSSO, MARIA INES MADRERAL, ADA ZANET
Estudiantes: MARIA BALTAZAR, OLGA CALDERAZZO, HECTOR DA ROSSA, RUBEN FRAGIACOMO, GLORIA JAISEN, AURORA PICON, HUGO RAMOS, ANTOINETTE SAN MARTIN, ELIZABETH SIMONS, MAURICIO SOLA, VICTOR HUGO VIEYRA
Pierre, el Peluquero: JORGE LUZ
Ayudantes Peluqueras: MARIA BALTAZAR, OLGA CALDERAZZO, GLORIA JAISEN, AURORA PICON, ANTOINETTE SAN MARTIN, ELIZABETH SIMONS
Las Clientas: MARIA INES MADERAL, VALERIA RIZ, EDELMA ROSSO, ADA ZANET.
Ruperto: JUAN ANGEL VOZZA
La mujer del balcón: VALERIA RIZ
Las mujeres de las ventanas: GABRIELA EBERLE, MARTHA FERRER, ALICIA PONCE, CARMEN VACCARO, MARGARITA VENTURA
Autora: ISIDORA AGUIRRE
Compositor: FRANCISCO FLORES DEL CAMPO
Director Musical: ROBERTO LAR
Escenógrafo: MIGUEL ANGEL LUMALDO
Vestuario: EDUARDO LERCHUNDI
Coreógrafo: CRANDALL DIEHL
Asistente: ANTOINETTE SAN MARTÍN
Decoración floral: RAQUEL M.G. DE VIDELA y M.C. AGUIRRE
Orquestaciones: ROBERTO LAR
Orquesta:
CHOLO CARLO (Saxofón, clarinete y flauta)
ALBERTINO CORVINI (Trompetas)
ROBERTO LAR (Piano)
JORGE PADIN (Percusión)
ALFREDO REMUS (Contrabajo)
MARIANO TITO (Vibrofón)
Los vestidos que luce la Señora Elena Lucena están realizados por: GAETA
Los vestidos de las pergoleras, los vendedores, los disfraces, los lustrabotas, etc. por: MARÍA ELENA DE RUIZ
Los vestidos que lucen la señora LAURA ESCALADA: MODAS MIRIÑAQUE
Los trajes de JORGE LUZ, ROGELIO ROMANO y ABEL FERRE por: VICENTE SERGIO
Los sombreros de ELENA LUCENA por: ALFONSINA DE TORRES
Los demás sombreros, tocados femeninos, por: ESTHER de SALTZMANN
El calzado de ELENA LUCENA es de: “PONCIANA”
Los calzados femeninos son de: GAROS
Las telas de algodón de las pergoleras y uniformes de peluquería Pierre son de: «FORESTI”
El resto del vestuario femenino ha sido confeccionado con hilados: “DUCILO”
Las pelucas y peinados de ELENA LUCENA y LAURA ESCALADA han sido realizados por: MIGUEL ROMANO
Utilería: OTONELLO
Jefe electricista: LUIS M. VOLPE
Instalación del Teatro Caminito: M. PROVENZANO, A. RICCI, D. MURINNI
Instalación de Luces: ALFREDO GALANTE
Realización escenográfica: A. PANE, P. TAGLIANI
Pintura escenográfica: AGUSTÍN LEMMA
Asesoramiento gráfico e impresión del programa: M. y O. NADELL IMPRESIONES
Administrador: CARLOS CARRO
EL TEATRO CAMINITO CUENTA CON UN PRÉSTAMO DE 700.000 PESOS OTORGADO POR EL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES
Asistente de Dirección: CARLOS FARTO
Asistente de Producción: MARCELO MARTINEZ
Creador, organizador y director del Teatro Caminito, desde 1957
CECILIO MADANES
SALA
Teatro Caminito
Octava temporada consecutiva al aire libre en La Boca (1964-1965).
Con el auspicio de la Secretaría de Cultura y Acción Social de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
Intendente: FRANCISCO RABANAL
Secretario de Cultura y Acción Social: MANUEL A. SOTO
El Teatro Caminito cuenta con un préstamo de 700.000 pesos otorgado por el FONDO NACIONAL DE LAS ARTES.
Las casas de la calle Caminito han sido pintadas bajo la dirección de BENITO QUINQUELA MARTIN.
FIGURINES
1. LAURA ESCALADA
47 x 31.5 cm
18.50 x 12.40 in
2. LAURA ESCALADA
47 x 31.5 cm
18.50 x 12.40 in
3. VALERIA RIZ
39 x 28.7 cm
15.35 x 11.29 in
4. EDELMA ROSSO
29 x 28.5 cm
11.41 x 11.22 in
5. AMANDA BEITÍA
31.5 x 24 cm
12.40 x 9.44 in
6. AMANDA BEITÍA
31.5 x 24.2 cm
12.40 x 9.52 in
7. OLGA CALDERAZZO, ELIZABETH SIMMONS
31.5 x 31.8 cm
12.40 x 12.51 in
8. MARÍA MADERAL, AMANDA BEITÍA, AURORA PICÓN
31 x 48 cm
12.20 x 18.89 in
9. MARÍA BALTAZAR, ADA ZANET, GLORIA JAISEN
31.2 x 48 cm
12.28 x 18.89 in
10. MERCEDES ESCRIBANO, GLORIA MONTES, NENÉ MALBRÁN
30.5 x 48 cm
12.00 x 18.89 in
11. GASA AZUL 1927
33 x 25 cm
12.99 x 9.84 in
12. LAMINADO BEIGE
33 x 25 cm
12.99 x 9.84 in
13. ELENA LUCENA
45.2 x 30.7 cm
17.79 x 12.08 in
14. FLORISTA ROJA
31.7 x 24 cm
12.48 x 9.44 in
15. FLORISTA AMARILLA
31.6 x 24.2 cm
12.44 x 9.52 in
16. JORGE LUZ
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
17. PELUQUERA
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
18. CLIENTAS PELUQUERÍA
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
19. PELUQUERA
30.2 x 24 cm
11.88 x 9.44 in
20. LA MUJER DE MEDIANOCHE (VALERIA RIZ)
39.8 x 30 cm
15.66 x 11.81 in
21. VALERIA RIZ
35.5 x 25 cm
13.97 x 9.84 in
22. VALERIA RIZ
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
23. CLARA (AMANDA BEITÍA)
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
24. OLGA CALDERAZZO, ANTOINETTE SAN MARTÍN, MARÍA BALTAZAR
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
25. GLORIA JAISEN, AURORA PICÓN, ELIZABETH SIMMONS
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
26. ELIZABETH SIMMONS
29.8 x 14.6 cm
11.73 x 5.74 in
27. EDELMA ROSSO
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
28. GLORIA JAISEN
30.4 x 24 cm
11.96 x 9.44 in
29. SIN TÍTULO
30 x 18.5 cm
11.81 x 7.28 in
30. AURORA PICÓN
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
31. MARÍA BALTAZAR
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
32. ADA ZANET
30.4 x 24 cm
11.96 x 9.44 in
33. MARÍA INÉS MADERAL
30.5 x 24 cm
12.00 x 9.44 in
34. SIN TÍTULO
30.4 x 24 cm
11.96 x 9.44 in
35. SIN TÍTULO
30.4 x 24 cm
11.96 x 9.44 in
36. SIN TÍTULO
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
37. SIN TÍTULO
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
38. SIN TÍTULO
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
39. LUSTRABOTAS
31.7 x 24 cm
12.48 x 9.44 in
40. VENDEDOR DE BANDERITAS (RUBÉN TRAGLIACOMO)
28.7 x 20.5 cm
12.48 x 9.44 in
41. DIARIOS (HÉCTOR DA ROSA), GLOBOS (MAURICIO SOLÁ), GOLOSINAS (ABEL FERRÉ), PALTAS (HUGO ALBERTO RAMOS)
32.7 x 50.5 cm
12.87 x 19.88 in
42. RUFINO
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
43. CARLUCHO
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
44. MÚSICO
30.4 x 24 cm
11.96 x 9.44 in
45. ESTUDIANTE
30.2 x 24 cm
11.88 x 9.44 in
46. FUENZALIDA DIABLO
29.5 x 24 cm
11.61 x 9.44 in
47. PIM PIM
30 x 24 cm
11.81 x 9.44 in
48. REGIDOR
30.4 x 24 cm
11.96 x 9.44 in
ENTREVISTA
Eduardo Lerchundi
Junio, 2018
EN ESCENA

Fuenzalida (ABEL FERRE), las muchachas de sociedad (ELENCO), Valenzuela (JORGE LUZ), las floristas, entre ellas ROSAURA (GLORIA MONTES).

El Alcalde (TINO PASCALLI), la viuda Larraín (ELENA LUCENA), su hijo el urbanista Valenzuela (JORGE LUZ) y ELENCO.

La viuda Larraín (ELENA LUCENA) y Pierre (JORGE LUZ).

Rosaura (GLORIA MONTES), Pierre (JORGE LUZ), Carmela (LAURA ESCALADA) y asistentas de Pierre (CUERPO DE BAILE).

Pierre, le peluquier (JORGE LUZ) y asistentes (CUERPO DE BAILE).

Rosaura leyendo las malas noticias (GLORIA GUZMAN), Rufino (CARLOS FIORITI) Las floristas y puesteros (ELENCO).
PALABRAS PREVIAS
“Quiero esta ciudad de Santiago y quiero a su gente, aunque sea con ese amor de los santiaguinos que todo lo critican. Mi comedia, “La Pérgola de las Flores” narra un hecho verídico y está localizada en una fecha precisa, el año 29. Me tomé, sin embargo, algunas licencias para hacer de ella, más que una obra histórica, una crónica viva, una serie de estampas de esta ciudad, dándoles el brillo y el encanto de las cosas no como fueron, sino como nosotros las recordamos”.
ISIDORA AGUIRRE
“Escribir una Comedia Musical es la ambición de todo compositor de música popular, lo importante es encontrar el tema que despierte con su gracia e interés la imaginación del autor. Conversando un día con un amigo me preguntó por qué no me lanzaba en este terreno, indicándome como punto de inspiración la plaza del Mercado de Mapocho con su venta de flores. Fue tan fuerte el impacto al visitar ese lugar al día siguiente, que escribí esa misma noche la canción pregón de “La Pérgola de las Flores” y esbocé “Tonadas de Medianoche” y “Campo Lindo”.
Por razones de espectáculo me imaginé la obra en la antingua Pérgola de San Francisco y así, sin tener aún texto, nacieron las primeras canciones de “La Pérgola de las Flores”, que llegan a Uds. gracias al entusiasmo e interés del Teatro Caminito.
FRANCISCO FLORES DEL CAMPO
En una noche tibia de la primavera 1957, los porteños descubrieron sorprendidos un rincón encantado de su propia ciudad llamado Caminito. Conocían La Boca, por supuesto, sus cantinas bulliciosas con exagerado sabor napolitano, sus guirnaldas multicolores, sus linternas de papel, y sus spagettis al vongole. Habían saboreado esa poesía evidente; pero la mayoría había pasado de largo ante una calleja abigarrada, cerrada hasta entonces con una cadena donde algunos curiosos con alma de turistas como yo, habíamos penetrado para expatriarnos por unos minutos de la ciudad moderna y ambiciosa, para penetrar en un mundo donde se conocía la dulzura de vivir porque la vida era demasiado difícil para intentar domesticarla a golpes de triunfos materiales: el mundo de los pintores, de los escultores, de los escritores, de la bohemia soñadora gracias a la cual nació el tango. El mundo fervoroso de Juan de Dios Filiberto. Caminito… cuando yo era chica, en la escuela Onésima Leguizamón cantábamos “Caminito” en la clase de canto. Después la educación se volvió cada vez más tonta.
Caminito… sí, yo lo conocía pero no me avergüenza declarar que nuestro descubrimiento era incompleto, que el Cristóbal Colón de ese tesoro que dormitaba al borde del Riachuelo fue Cecilio Madanes.
Los periodistas hablamos al plural pero los escritores hablamos al singular pues sólo al singular pueden trasmitirse las experiencias singulares y vaya si puedo usar esas palabras al referirme a la primera vez en que me instalé junto a otros espectadores en esa callejuela, entre casas color ocre, celeste o rosa de cuyas ventanas se asomaban extasiados los moradores, en cuyos balcones se amontonaban ente alguna prenda colgada de una soga y algún niño en los brazos.
Como en los tiempos de Luis XIV el pueblo asistía gratuitamente al espectáculo. Y desde ese día, los vecinos, fieles e incondicionales, siguen soportando en vela las noches de verano por la gloria del arte y de Caminito.
Bajo este nombre predestinado, Caminito avanzó derribando vallas o ignorándolas con “la taciturna perseverancia de los imprescindibles” como decía Rilke hablando de Rodín.
Y no exagero (aunque cuando se trata de alabar una iniciativa artística la exageración no me parece un defecto) pero en nuestra ciudad ese teatro era imprescindible; luego, siguiendo sus pasos, otras compañías empezaron a plantar sus tinglados entre los árboles de nuestros parques ¿pero cuál de ellas podrá iluminar todo un fondo de mástiles y de río, imprevisto escenario natural, como ocurrió en Caminito para la representación de “Los Chismes de las Mujeres”?
Lo importante era que alguien señalara el camino e hiciera lo que toda Europa hace: aprovechar sus claustros, sus parques, sus castillos, sus ruinas, sus callejas o sus peñascos para unir al placer del espectáculo teatral un paisaje inolvidable.
Este año Cecilio Madanes, ya condecorado por Italia con la Medalla de Plata a raíz de la representación de “El Corvo” de Gozzi, obtuvo el título de Caballero de las Artes y las Letras del gobierno de Francia sin duda por el acierto con que puso en escena a Molière y a Labiche, pero aunque el arte no tiene fronteras aquellos que protestan porque nunca han logrado cruzar ninguna, suelen clamar contra quienes se las hacen cruzar a los valores consagrados universalmente: es una paradoja habitual, por eso conviene recordar que Madanes también montó “Una viuda difícil” de Conrado Nalé Roxlo y “Las de Barranco” de Gregorio de Laferrere, tan nuestros y tan poetas.
España estuvo representada en García Lorca (¿cómo mejor?), y este año en homenaje a Chile que con tanto cariño y admiración los recibió, Madanes nos presenta “La Pérgola de las Flores”.
Pensó en un momento dar su obra llamada “Juan de Dios” sobre la vida de Filiberto, algunos inconvenientes técnicos impidieron lo que hubiera sido el más oportuno de los homenajes.
Por fortuna “La Pérgola de las Flores”, obra de la escritora chilena Isidora Aguirre con música y cantos de Pancho Flores, que después de recorrer todos los escenarios del mundo acaba de entrar en filmación, no es sólo una opereta alegre y divertida, no es sólo una fiesta para los ojos y un descanso para el espíritu: es algo más. El tema de esta obra ha sido sacado de un hecho real: en el año 1929 las floristas de la Pérgola, llamadas pergoleras por extensión, fueron amenazadas de desalojo. Pero en lugar de rendirse o trasladar sus petates a otro barrio de la ciudad, sin más armas que sus flores se amotinaron y en pocos días ganaron la partida.
En resumen he aquí la historia de cómo puede ganarse una batalla sin necesidad de derramar sangre con claveles, rosas y violetas en vez de ametralladoras. Las revoluciones más perdurables son las que se hacen en la Pérgola con flores, o en Caminito con el mundo mágico del teatro.
SILVINA BULLRRICH
SILVINA BULLRICH fue una escritora argentina, ejerció la crítica periodística y enseñó literatura francesa en la Universidad Nacional de La Plata. Tradujo numerosos libros del francés y escribió en esta lengua la obra de teatro “Les Ombres”. Colaboró con el escritor argentino Jorge Luis Borges en la antología “El compadrito”. Entre sus títulos figuran: “La redoma del primer ángel” (1943), “Bodas de cristal” (1952), «Los salvadores de la patria” (1965), “Mañana digo basta” (1968), “Los pasajeros del jardín” (1971) y “Los despiadados” (1978).
PRENSA

Enfundadas con sus mallas negras las bailarinas ensayan sus danzas frente a las fachadas de la Calle Caminito. (JORGE LUZ, ELENA LUCENA y ELENCO).

Con este movido charleston, el elenco del Teatro Caminito cosechó los aplausos de su 8ª temporada. (Entre otros: JORGE LUZ, ELENA LUCENA Y TINO PASCALI).
«CAMINITO»: SU MÚSICA NO MUERE
Por Verónica Hollander
Escena de amor: L. Escalada y Rogelio Romano.
Cuando bajo el quemante sol del mediodía el heterogéneo conjunto de cuarenta personas dejó de bailar el charleston, entre una intensa vibración de rojos, verdes, naranjas y azules, los aplausos estremecieron la paz dominical. Los niños con las manos embadurnadas de pintura, los turistas con sus cámaras fotográficas, los vecinos asomados desde la penumbra y hasta la ropa tendida como fantasmas sin misterio, aplaudieron hasta quedar con las palmas enrojecidas.
Un mes antes del estreno los integrantes del elenco del teatro Caminito, allí, en la calle-tango, habían cosechado su primer éxito. Cecilio Madanes, su director, con la mirada de un duende que hace travesuras a sabiendas, había monta especialmente para Atlántida una informal versión en traje de ensayo de la comedia musical chilena «La pérgola de las flores», de Isolina Aguirre y Pancho Flores.
Durante dos meses un equipo de 54 personas tra…
Durante 2 meses 54 personas dirigidas por el autoritario Madanes trabajaron con entusiasmo para lograr un nuevo éxito.
…bajó bajo la autoritaria e imaginativa conducción de Madanes para recrear entre chispeantes canciones los conflictos de las vendedoras de flores de la Pérgola, empeñadas en no ser desalojadas por la aristocrática Laura Larrain, viuda de Valenzuela, encarnada por Elena Lucena.
La puesta en escena exigió una abultado presupuesto de casi dos millones de pesos. Sesenta trajes, creados por Lerchundi; los dinámicos bailes con la coreografía de Crandhall Dhiel, las escenografías de Miguel Angel Lumaldo, y la participación de Jorge Luz, Laura Escalada, Rogelio Romano, etc., fueron algunos de los elementos orquestados para lograr un espectáculo vital y visualmente fastuoso.
Con su bastón chino, de cuyas tallas asoman cien rostros picarescos, enarbolado como una batuta, Madanes se preparaba para su octavo éxito en Caminito.
«Caminito es un verdadero milagro; cuando trabajo en los ensayos ni siquie ra me duele la pierna», afirmaba eufórico refiriéndose a la renguera que sufre debido a un lejano ataque de poliomielitis. Un milagro que lo ha anclado en Buenos Aires, que lo ha rescatado de sus vagabundeos en el mundo que comenzaron con la beca que ganara a raíz de su dirección de la farsa de «Maître Pathalain», en el año 45, en la que el pintor Torres Agüero aparecía vestido de verde con una pluma en la mano.
Quince años dedicados al teatro lo han habituado al éxito. Y también a la crítica. «Ya sé que dicen que no soy un director de actores sino solamente un buen metteur en scène. Sin embargo hay actores que nunca han rendido tan to como en mis manos, como por ejemplo Jorge Luz o Amelia Bence. La gente piensa que he triunfado demasiado rá pido. Pero yo he dedicado casi veinte años de mi vida al teatro.»
Con su figura de Buda sonriente, su innata facilidad para conseguir amigos. Madanes se ha convertido en una especie de Papa Noël de la Boca, donde su andar dificultoso y su buen humor forman ya parte de Caminito, que gracias al toque de su varita-baston se ilumina durante el verano con el regocijante espectáculo del teatro.
«Nunca supuse que Caminito iba a darme tantas satisfacciones en mi país y en el extranjero. Todavía recuerdo aquel lluvioso estreno de «Los chismes de las mujeres», en que recaudamos mil doscientos cincuenta pesos»
Las setenta mil personas que hasta ahora han asistido a Caminito han superado esa modesta recaudación y han logrado que Madanes viva despreocupado de problemas económicos.
El estreno de «La pérgola de las flores» será diferente. Una función sin la figura de Juan de Dios Filiberto arrebujada en su poncho y su boina, que siempre le decía «pibe». En su homenaje el año próximo Madanes montará una obra que cante al barrio de la Boca.
«Después me iré de Caminito porque considero haber cumplido un ciclo de mi vida. Quiero que venga otra gente a hacer cosas en esta calle». Una declaración que efectúa todos los años. El día que la cumpla esa calle ya no será la misma. A pesar de sus perennes balcones perfumados de malvón, el abigarrado tecnicolor de sus fachadas y la presencia familiar del Riachuelo. Faltaran Juan de Dios Filiberto, que la hizo música, y Cecilio Madanes, que le llevó el arte.
Medio chileno
“LA PÉRGOLA DE LAS FLORES” EN EL BARRIO DE LA BOCA
La calle Caminito, ese rincón clásico de la Vuelta de Rocha en el barrio de la Boca, imperio de los tangos del recién desaparecido Juan de Dios Filiberto y de los colores de Quinquela Martin, fue anoche escenario para el estreno de nuestra «Pergola de las Flores», dicha integramente por voces argentinas.
Cecilio Madanes, con inteligencia y buen sentido de lo artístico, es un realizador de éxitos. Bien conocido es del público santiaguino por habernos ofrecido con su elenco dos temporadas consecutivas, con «Las de Barranco» y «Los millones de Orofino».
Cuando hace dos años triunfó en Buenos Aires la Pérgola, traída por el Teatro de Ensayo, Madanes pensó que sería obra apropiada para su elenco en ese original escenario urbano vecino al Riachuelo.
El mismo día que los restos de Francisco Canaro ingresaron en su vivienda definitiva, un conjunto de vistosas «pergoleras» argentinas rompieron el calor de la noche con esa canción tan conocida y «quedadiza» de Pancho Flores.
Es admirable cómo los acentos y los gestos tan nuestros de la obra, en el decir campesino y de la sociedad, fueron captados por los actores argentinos para ofrecer una versión rigurosamente «a la chilena».
Los actores teatrales argentinos suelen tener la tendencia de acentuar el gesto y de dar relieve al personaje, por temor, quizás, de que un parlamento tranquilo no llegue plenamente al publico en su intención. No obstante que las figuras características de «La Pérgola» mueven a tentación en ese sentido, fueron tratadas sin exageración de ninguna especie.
El papel de Carmela, la muchacha campesina, fue expresado admirablemente por Laura Escalada quien comprendió perfectamente el primitivismo rural y lo romántico de su desempeño. Elena Lucena hizo una magnífica Laura Larrain, ayudada incluso por el timbre de su voz. Mercedes Escribano y Gloria Montes lucieron derroche de sabor popular en los papeles de Ramona y Rosaura San Martín.
Del elenco masculino puede decirse también otro tanto al destacar a Tino Pascali como Alcalde; Jorge Luz en sus bien logrados Peluquero y Urbanista Valenzuela; y Rogelio Romano en Tomasito aunque este último con algunas limitaciones en la voz durante la interpretación de los dúos con Carmela.
En los grupos escénicos el movimiento estuvo ágil y bien conducido. Buenos decorados, buenos vestuarios y buena orquesta. El público que llenaba totalmente los asientos de la calle, para decirlo con propiedad, recibió con entusiasta ovación la obra chilena.
Cecilio Madanes y Pancho Flores subieron al escenario al final del espectáculo y agradecieron con apropiadas palabras el cariño con que el público aclamó la pieza. Fue un verdadero triunfo para los autores y para los intérpretes argentinos que la prepararon con afecto y la ofrecieron con autenticidad.
Y así ha sido cómo Chile ha estado presente, quizás por primera vez, en el barrio de la Boca que es como un índice de lo más auténtico, colorido y popular en las manifestaciones humanas de la capital del Plata.
ALEJANDRO GUMUCIO
Buenos Aires, 16 de diciembre de 1964
Clarín
“LA PÉRGOLA DE LAS FLORES”, EN UNA CÁLIDA Y BRILLANTE VERSIÓN
Para inaugurar su temporada 1964-65, el Teatro Caminito puso en escena la comedia musical en dos actos «La pérgola de las flores», original de Isidora Aguirre y Pancho Flores del Campo. Dirigió Cecilio Madanes; escenografía de Miguel Angel Lumaldo; vestuario de Eduardo Lerchundi; coreografía de Crandall Diehl. Director de orquesta, Roberto Lar.
En ocasión de presentarse en Buenos Aires «La pérgola de las flores» jugada por el buen conjunto de la Universidad Católica de la República de Chile, dijimos a su respecto que merecía elogio por tratarse de una opereta con suficiente sustento popular y telúrico como para prolongarse en universalidad. Los compatriotas de los autores, dirigidos por Eugenio Dittborn, insistieron, recalcando, en las frases folklóricas del espectáculo, ya que por sus cabales podían ofrecer con autenticidad el enfoque localista. Cecilio Madanes, con excelente criterio, optó por la segunda alternativa, esto es, lo universal, entendiendo a nuestro juicio – que no era razonable – y en cambio sí muy riesgoso- competir en plano autóctono. Conservó únicamente ciertas modalidades prosódicas del lenguaje trasandino como recurso indispensable para conseguir un colorido del cual no se puede prescindir en la obra comentada.
La reconocida habilidad de Madanes para armar espectáculos de gran vuelo y su destreza para manejar fluidamente masas actorales le permitieron inaugurar esta temporada de Caminito con una puesta que debe satisfacerle, ya que reúne los elementos básicos que pueden despertar el interés del público y conserva sin claudicaciones su positivo sentido escénico. Por lo demás, y como nos tiene acostumbrados, su decidido propósito de no retacear en materia de presentación ya se trate de escenografía, vestuario o luminotecnia- contribuye en buena parte a que ésta su versión de «La pérgola» resulte más que lucida, cálida y brillante.
La trama, extraída de la realidad por los autores, que relata la pintoresca sublevación de las vendedoras de flores de la Pérgola de San Francisco cuando, en 1929, un alcalde modernizante pretendió demolerla para ensanchar una avenida, ha sido trasladada por Madanes al tablado con toques satíricos que muchas veces llegan a lo farsesco, sobre todo cuando se trata de pintar personajes tipificados de los distintos estratos sociales de Santiago de Chile para aquella época.
Se admite sin esfuerzo dicho encuadre, pues si bien en su hora el hecho fue evidentemente serio, con el pasar de los años desaparece su gravedad para dejar sitio al pintoresquismo. Estimamos que el director no ha falseado el espíritu de la pieza; se ha limitado a destacar algo que los mismos sucesos llevaban en su entraña, con templado con la sonrisa benevolente que siempre otorga a cuestiones semejantes la perspectiva temporal.
En Caminito se ha cuidado muy especialmente el aspecto visual de la comedia, sobre todo en lo que concierne al vestuario, con respecto al cual merece elogios Eduardo Lerchundi por su rica gama cromática, que llega inclusive a la audacia como en la «toilette» de un azul violentísimo que luce la señora Lucena en uno de los cuadros.
La escenografía, con la reproducción de la torre del convento de San Francisco al fondo, sus cajones móviles y otras composiciones corpóreas, vale buena mención a Miguel Angel Lumaldo. Y no hay que olvidar a las luces, jugadas con oportunidad y justeza.
Es necesario hacer notar el ponderable tino demostrado en la elección de los integrantes del reparto, sobre todo en lo que atañe al elemento femenino, que ha sido reclutado con visible preocupación en cuanto al físico de las actrices, notorio en el equipo de floristas y las vampiresas de alta sociedad. Buenas voces para las exigencias de un libreto de género popular, mechadas con algunos registros líricos de agradable impostación.
Un cuadro numerosísimo y perfectamente disciplinado jugó la obra. Movimientos y pasos bailables, que atribuimos a Crandall Diehl, fueron ejecutados con precisión, ritmo y elegante desenvoltura.
Sin posibilidad de nombrar a cada uno por razones de cantidad, digamos que Elena Lucena se mostró muy graciosa y convincente. Gloria Montes, Mercedes Escribano y Nené Malbrán fueron tres «pergoleras» magníficas. En caja Carlos Fioriti. Eficacísimo en papeles plurales Jorge Luz; su canción del urbanista Valenzuela es un acierto. Nos agradó Tino Pascali por su llaneza. Rogelio Romano, recio y natural. Amanda Beitia, harto graciosa. Y Laura Escalada, que puso no solo su bien timbrada voz al servicio del personaje, sino ponderables dotes de actriz. La pequeña orquesta correcta mente conducida por Roberto Lar.
SKYLOS
La Razón
16 Diciembre 1964
UNA COLORIDA VERSIÓN DE UNA PIEZA MUSICAL CHILENA OFRECIÓ “CAMINITO”
“La pérgola de las flores», la colorida acuarela musical trasandina «de Isidora Aguirre y Francisco Flores del Campo, que hace dos años aplaudimos en el San Martín, a través de la excelente versión del conjunto de la Universidad Católica de Chile, ha servido para iniciar la novena temporada de «Caminito» en la Boca.
Expresión típica de gentes y costumbres santiagueñas, la obra evoca un episodio real, referido a la rebeldía de las floristas en 1929, cuando se las quiso desalojar de sus puestos de la Alameda de las Delicias. Texto y música se prestan a un espectáculo brillante, vivaz en que todos los elementos propicios a la comedia musical se hallan ensamblados con singular maestría, dentro de su trama frívola y atrayente.
Cecilio Madanes, con su probada idoneidad para el espectáculo de color y ritmo, ha producido una vez más una expresión que se impone gratamente por el buen gusto del vestuario, la funcionalidad perfecta de los decorados y el movimiento desenvuelto de los actores. Ha tratado, además, de «universalizar» -digámoslo así- el libro en cuanto a su contenido folklórico, sin omitir, empero, los rasgos esenciales de su fonética característica.
De esta manera, «La pérgola de las Flores» constituye un impacto escénico de atracción evidente, con su vivo cromatismo, sus luces y la diversidad de tonos que se han empleado en trajes, buscando la armonía del conjunto y la integridad de los factores visuales que exige la pieza musical. Es evidente que no todos los intérpretes están habituados a un género nada fácil donde es menester la espontaneidad del canto y el baile.
Así como Carlos Alvarenga y Rogelio Romano parecieron algo inexpresivos en sus papeles, Laura Escalada, Elena Lucena y Jorge Luz se comportan con indudable acierto, la primera, por su gracia juvenil y dones vocales; la segunda por la autoridad y la simpatía que infundió al personaje, y el último por la vivacidad y eficacia de su labor.
En otro plano, se destacaron Carlos Fioriti, Gloria Montes, Tino Pascali, Mercedes Escribano, Amanda Beitía y María Inés Maderal. Fueron invalorables colaboradores de Madanes, el escenógrafo Miguel Angel Lumaldo, el figurinista Lerchundi y el coreógrafo Crandall Dhiel, que impuso disciplina y ajuste a los números de baile.
Un acierto: la «Tonada» nocturna, en que se aprovecha con sentido plástico una de las casas de la calle boquense, donde los vecinos recibieron anoche una merecida ovación por su apoyo magnífico a «Caminito». Al finalizar la representación, se requirió la presencia del director, quien presentó a uno de los autores de la obra, el músico Flores del Campo, el cual agradeció, en oportunas palabras, el fervor y entusiasmo con que los artistas habían animado la pieza, señalando de paso el hondo vínculo de fraternidad que comportaba el espectáculo, con que Madames retribuía la cálida acogida que le dispensó Chile.
Una escena de «La pérgola de las flores», obra chilena presentada por el conjunto que dirige C. Madanes.
La Nación
17 Diciembre 1964
CAMINITO DIO COMIENZO A UNA NUEVA TEMPORADA EN LA BOCA
Hace ya tiempo que Caminito, con el peculiar encanto de su escenario incomparable y del marco de la ribera que lo rodea, pero sobre todo con la jerarquía artística y el sentido de responsabilidad que caracterizan su labor, ha conquistado un lugar propio y elevado en el panorama de nuestro teatro. Sus temporadas, cuando en las salas del centro han acallado ya sus voces los elencos que dan significación primordial a la labor dramática, son el hito entre un año teatral y el que le seguirá. Caminito es una institución porteña y la iniciación de su actuación boquense constituye, en cada diciembre, un verdadero acontecimiento, el último, pero muy ciertamente no el menor en la cartelera anual. «Last but not least». Realidad tan envidiable se debe al talento, al ingenio, al empuje y la perseverancia de un brillante hombre de teatro, como es Cecilio Madanes, quien, con prescindencia de los numerosos cambios que el tiempo impone en el elenco de sus colaboradores, ha dado a Caminito el sello bien mantenido de su calidad.
Esta vez Madanes eligió para su pintoresco escenario de la Boca, una pieza chilena de éxito casi sin precedentes en su país de origen. “La pérgola de las flores”, de Isidora Aguirre y Pancho Flores -presente este último en la versión que comentamos-, que hace dos años ofreció, en lucida interpretación, el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica de Santiago dirigido por Eugenio Dittborn.
Consideramos que esa elección no ha sido acertada y que a pesar de los meritorios esfuerzos del director, de los intérpretes y de quienes cooperan en la puesta en escena, ello se pone de manifiesto, sobre todo para quien compare esta representación, no obstante los muchos méritos que ofrece, con la de los artistas chilenos. Con esto no queremos establecer un parangón entre ambos conjuntos, sino simplemente señalar que mientras la versión de la Universidad Católica se favorecía con todas las ventajas de lo auténtico y lo autóctono, la de Caminito debe luchar con las dificultades de la adaptación …a otro.
Apartada …medio y de sus instrumentos representativos naturales, la pieza pierde gracia y frescura. La comicidad se diluye y lo costumbrista se desvanece. Es que resulta muy difícil trasvasar el color local, lo típico y su en canto, como ha intentado hacerlo Madanes.
Sus actores luchan, con entusiasmo, contra los obstáculos representados por acentos, inflexiones, modos de decir, gestos y muchos ponderables e imponderables que al faltar o flaquear en esta versión debilitan considerablemente «La pérgola de las flores». A estas fallas se une la muy limitada capacidad vocal de los Intérpretes, que no les permite sacar el partido suficiente de la agradable música de Flores, con excepción -en cierto grado- de la agraciada y simpática Laura Escalada y de Valeria Riz, que entona una hermosa canción desde uno de los balcones de las casas contiguas a Caminito, en una escena que lleva el sello inconfundible del director.
Estos reparos no nos impiden elogiar, una vez más, la excelente puesta en escena desde el punto de vista de la agilidad, elegancia y colorido del espectáculo, así como la labor del escenógrafo Lumaldo, el figurinista Lerchundi y el coreógrafo Crandal Diehl, aunque este último no haya alcanzado el nivel de otras producciones en que intervino.
Los intérpretes se vieron perjudicados en su mayoría por la forzada adaptación a acentos y maneras extraños, que les hizo perder soltura e incurrir, en muchos casos, en una visible sobreactuación, que se advirtió de manera especial en Elena Lucena y Jorge Luz, mucho más eficaz este último en el papel del urbanista Valenzuela que en el de Pierre, el peluquero. Aparte de la ya mencionada Laura Escalada, tuvieron encomiable comportamiento Gloria Montes, Tino Pascali, Carlos Fioriti, Amanda Beitía, Carlos Alvarenga, Rogelio Romano y Juan Angel Vozza.
El Mundo
19 Diciembre 1964
CAMINITO DEBUTÓ CON “LA PÉRGOLA DE LAS FLORES”
En la simpática cortada del barrio de la Boca inició otra temporada el elenco del Teatro Caminito, ofreciendo la comedia musical de Isidora Aguirre “La pérgola de las flores”, que lleva agradable música de Francisco Flores. No podemos dejar de recordar la magnífica versión ofrecida por el elenco chileno en el año 1962, cuando se presentó con esta pieza en el Municipal General San Martín. Es que esta obra tiene vigencia plena sobre el tablado escénico cuando sus personajes se animan con el peso de los gestos y las voces de los intérpretes. Y allí, por virtud de una consustanciación del elenco en pleno, como conjunto, con los valores poéticos y satíricos de la obra de Isidora Aguirre, se produjo esa comunicación emocional, risueña y peculiar de los intérpretes entre sí y con el público. Así lo hemos sentido en aquella oportunidad, y así lo sentimos hoy al recordarlo.
Hay una clara alegoría en “La pérgola de las flores”, con sus gentes de pueblo que persisten en su lucha para no ser despojados y hacen proselitismo incorporando a sus filas a los estudiantes, por ser capaces de creer en la buena estrella que ha de acompañarlos en la justa ley que persiguen. Y en todo caso, el camino hacia ese fin sin explicación, sin economía de recursos, trazado entre canciones, supersticiones y, tomando con fina ironía la parte ridícula del ser humano, los personajes de Isidora Aguirre son simples, pero seres simples que luchan con todas las miserias del mundo.
La pieza hunde sus raíces en el folklore, en el mejor sentido, en sus modismos, y por eso, esas criaturas cobran vida, hablan con la voz del pueblo y sus entonaciones. Es emocionante sentir cómo se deslizan los personajes dentro de nuestros afectos sin permitirnos discriminar dónde está la realidad y dónde acaba la ficción. Tal es su poder de convicción, la consustanciación que debe establecerse entre el actor y el papel que encarna. Pero el elenco criollo fue avasallado por el texto, tan personal, tan localista, que impidió que esos seres se identificaran en su esencia, en su maravillosa sagacidad y penetración sicológica. “La pérgola de las flores” muestra con valores puramente teatrales el submundo de una época a la que la joven escritora Isidora Aguirre aplica incisivamente el escalpelo, Iluminando luchas humanas con un amoroso y comprensivo respeto por el hombre que aun en sus más intrincadas debilidades le permitió descubrirlo, incluso hasta en las injusticias de su justicia.
Es que la autora, con fina ironía, va mostrando las trabas de un mundo legal, absurdamente frívolo, y por lo tanto frío y burocrático. Cecillo Madanes realiza un trabaio serio, pero su faena no alcanza, a pesar de su esfuerzo, a mostrar la parte anímica de las criaturas ni el uni verso en que habitan.
Jorge Luz reedita en cada actuación su calidad de actor. En los dos personajes convenció al auditorio. Elena Lucena, actriz dúctil, lució su gracia intencionada demostrando que es capaz de dar lo mejor de sí en los papeles frívolos. Otro de los personajes logrados es el de Gloria Montes que ha sido conquistada por el teatro de prosa y la comedia musical. Con recursos limpios, buena voz y exuberante de simpatía, dio calidad al personaje de la Tia. Valeria Riz, demostró buena voz, elegancia y sentido del humor encarnando a una de las Rioseco. Laura Escalada escenificó con el mejor «physique du rôle” a la chica pueblerina diciendo con bien timbrada voz su parte. Rogelio Romano, buen actor, no estuvo esta vez a la altura de sus antecedentes. Fiorito compuso una de sus tantas «macchiettas».
Confusa la coreografía de Dhiel y sobreactuado el resto del elenco. No podemos finalizar esta reseña sin elogiar el decorado de Lumaldo y el magnifico vestuario de Lerchundi. Cálida, agradable y pegadiza, la música de Pacho Flores.
Dora Lima
LA “PÉRGOLA” EN CAMINITO
BUENOS AIRES, Por CARLOS ALBERTO CORNEJO
Hay familias de chilenos que, al verla, se han abrazado conmovidos. Un grupo de alumnos de la Universidad de Chile prefirió exteriorizar su júbilo lanzando un grito tan universitario que no puede transcribirse. Es que en verdad es emocionante.
Caminando por La Boca, entre sus cantinas y muelles con olor a río y a pizza, a la vuelta de una esquina, cuando uno esperaba encontrarse con la sombra del Dock Sus, se topa con la Iglesia de San Francisco. Donde esperaba hallar un compadrito, hay ahora un roto chileno, y en vez de una “percanta” tarareando una milonga, le sale al paso un ramillete de perleras cantando:
“¿Quiere flores, señorita, quiere flores el señor?”
Son todos argentinos, pero sus voces suenan con un extraordinario acento chileno. A ratos le sale un pequeño dejo manguero, pero es mínimo. Usan nuestros giros y nuestras expresiones. Y cantan los ritmos de Pancho Flores… porque «La Pérgola de las Flores” se ha mudado a Buenos Aires. Con iglesia y todo. Su campanario (de unos siete metros de alto) se yergue ahora en pleno barrio de La Boca, al final de Caminito, esa arteria única en América que es teatro y es calle, que es calle y es teatro, donde realidad y ficción marchan tan unidas como una pieza del absurdo, donde al llegar uno no sabe si va a visitar o actuar, y al irse no sabe si ha visto o ha servido de espectáculo.
Gatos intrusos
El público se sienta al aire libre en un patio rodeado de casas cuyas paredes multicolores fueron decoradas por Quinquela Martín. De las ventanas laterales surgen cabezas de espectadores que presencian la función. De pronto, un reflector ilumina un balcón… y la muchacha que estaba asomada comienza a cantar las «Tonadas de Medianoche”. No era espectadora, era actriz. En una ventana uno divisa una morocha encantadora y espera que la iluminen. Pero no la iluminan. No es actriz, es la dueña de casa.
Cuando aparece el personaje Carlucho, el hijo del alcalde, lo hace desde un balcón de más de tres metros de alto. Dice sus parlamentos y se retira. Apenas se apaga el reflector, se advierte como, entre las sombras, los dueños de aquel balcón, aprovechan de que el actor se fue, toman sus localidades para seguir viendo el espectáculo.
De pronto un gato salta de un tejado y atraviesa el escenario mirando apacible los bailes de «Pierre, le peluquier plus connu de la cité». ¿Es parte del espectáculo o pertenece al vecindario? Misterio.
Durante el intermedio, los espectadores visitan el toilete de una casa cercana. Y los actores se cambian el maquillaje en otra cuyos propietarios les esperan cada sábado con asado, refrescos y tal cantidad de conversación que a veces es un problema despedirse para continuar con el espectáculo. En ese ambiente, fraternal y argentino, se está presentando “La Pérgola de las flores».
«Oiga usted»
El éxito ha sido rotundo. En apenas un mes de presentaciones, a $180 la platea, se han recaudado mas de dos millones doscientos mil nacionales (más de cuarenta mil escudos). Todos los días hay función (viernes, sábados y domingos: dos). Sólo se descansa cuando llueve, por razones más climáticas que voluntarias. La capacidad de asientos es de 750 personas, pero por presentación entran más de 900. ¿Los últimos 150? De pie.
Los «pibes» del barrio ya no cantan canciones de Palito Ortega, ni cumbias, ni merequetengues (el tango está en franco receso), sino «Oiga usted, mi caballero enamorado». Y de acuerdo a la costumbre de «Caminito», la función número 100 la darán ellos. Han visto desde sus casa tantas veces la obra, que ya se la saben de memoria.
El problema está en el reparto: para el papel de Carmela hay siete postulantes. Pero el más popular es la sobrina de doña Laura Larrain, que dice: «No te puedo crerrr”, hay más de diez postulantes.
Cuando en 1961 el Teatro de Ensayo visitó Buenos Aires con «La Pérgola». Cecilio Madanes (¿director?, ¿inventor? Quizás sería más propio hablar de «gran arquitecto»), de «Caminito», los invitó almorzar, pues también es cocinero de lujo.
En cuanto vio la pieza, exclamo:
-Esta es la comedia musical más encantadora que se ha escrito en Sudamérica.

«SACALE BRILLO, SACALE BRILLO CON EL CEPILLO» «Pásale paño, que no hace daño». Los tres lustrabotas son auténticos.
LA PRENSA
20 Diciembre 1964
PIEZA CHILENA EN EL TEATRO CAMINITO
Al término de su temporada porteña, el elenco de Caminito va adquiriendo la costumbre de trasladarse a Chile. Allí ha sido ya agasajado en más de una ocasión, y el año anterior alcanzó tal éxito con «Las de Barranco», de Laferrère, que debió prolongar su actuación mucho más allá de lo previsto.
Ahora ha iniciado su temporada actual con una de las modernas producciones teatrales más afortunadas de la escena chilena: «La pérgola de las flores», de Isidora Aguirre y Francisco Flores del Campo. Esta simpática actitud adoptada por el director Cecilio Madanes tiene un significado más importante que el que podría atribuirse a una simple retribución de atenciones.
En la todavía ver de historia de Caminito deberá registrarse como el primer paso que se da, tras largas décadas, para reanudar en forma efectiva el intercambio cultural entre nuestro país y la república hermana del otro lado de los Andes.
«La pérgola de las flores» fue dada a conocer aqui, en el teatro San Martín, hace un par de años, por el mismo elenco del teatro de la Universidad Católica que la estrenó en Santiago de Chile el 9 de abril de 1960.
Fue un éxito de crítica y de público, lo cual nos libera de la obligación de referirnos con mayores detalles a su contenido. En todo caso, podría decirse que sorprende su reposición a tan corto plazo. Sin embargo, cabe adelantar que esto no deja de ser un acierto de Cecilio Madanes, por cuanto esta comedia musical es un espectáculo, en primer lugar, perfectamente apropiado para una temporada de verano y, en segundo lugar, que esta versión escénica de Madanes está lejos de ser un calco de la versión chilena.
En efecto, si bien es cierto que el texto original ha sido completamente respetado sólo se han introducido algunos cambios de palabras y expresiones típicas chilenas por sus formas equivalentes del léxico habitual porteño. Por otra parte, se han cambiado, y claro está que con buen criterio, varios números músicales, agregándose algunos como el de «Yo soy el urbanista Valenzuela», que ha obtenido tan excelente aceptación en la interpretación de Jorge Luz.
También es mayor ahora la cantidad de personajes que intervienen en la acción lo cual, al aumentar las dificultades de la puesta en escena, le ha proporcionado a Madanes una nueva oportunidad para poner en evidencia su indudable aptitud para un equilibrado y armonioso manejo de las masas cumpliendo cabalmente con todas las exigencias impuestas por la cambiante formación de los cuadros, la variación de los movimientos y el indispensable mantenimiento de un ritmo ágil y expresivo.
La versión de Madanes, en suma, presenta un espectáculo esencialmente colorido y dinámico, abundantemente matizado por el fresco y sonoro timbre de las canciones, el vistoso y sugestivo vestuario de Eduardo Lerchundi, la coreografía de Crandal Diehl y el atrayente marco de la escenografía funcional de Miguel Ángel Lumaldo.
Madanes ha puesto en escena más de medio centenar de intérpretes entre los cuales cabe destacar la divertida actuación de Elena Lucena, Jorge Luz, Gloria Montes, Mercedes Escribano, Nené Malbrán, Laura Escalada y Tino Pascali.
F. T. P.
La Nación
31 Enero 1965
FLORES CHILENAS EN CAMINITO
Una vecina de la Boca se asoma a una ventanita posterior de su casa sobre la calle Caminito y ofrece caramelos a Cecilio Madanes y a la cronista. Este amable gesto habla de la cordialidad que reina en ese pequeño mundo situado en el rincón más singular de la rivera boquense, donde sus habitantes, cediendo a la invitación de Madanes, se han integrado al círculo artístico, y hasta en algunos casos, quince en total pasaron a colaborar con él en diversas tareas requeridas por la empresa teatral.
La escenografía ya está instalada en Caminito: balcones, terrazas, muros de color, mástiles lejanos, estatuas junto a las butacas, luces y rumores que parten de cuartos de cocinas y seguro público sobre las tapias y en las ventanas. La obra elegida debe, necesariamente, acomodarse a la calle y a su gente. Han desfilado ya Molière, García Lorca, Laferrère… Ahora llega Chile, país por el cual Madanes siente un profundo afecto, a través de una comedia musical estrenada con gran éxito por el Teatro de la Universidad Católica de Santiago en 1960, conjunto que la presentó también entre nosotros dos años más tarde, la llevó a España, y en estos momentos la pone en escena en México, mientras que, desde un par de años atrás, otras compañías la representan ininterrumpidamente en salas de provincia en Chile.
La amenaza de desalojo de un grupo de floristas de la plaza del Mercado de Mapocho, hecho real ocurrido pero no consumado en 1929 dio inagotables motivos plásticos y musicales para Isidora Aguirre y Pancho Flores, quienes con ellos construyeron «La pérgola de las flores», pieza que, sin duda alguna no pudo encontrar más bello marco natural para llegar al público que el de Caminito.
En otras ocasiones, Cecilio Madanes a trasladado también actores y utilería a salas teatrales de la Capital, los ha llevado más lejos, a Chile, a Perú y al Brasil, donde una puesta en plena calle recordó a Caminito, y el año próximo antes de volver a la Boca con «Juan de Dios», evocación de Filiberto, conducirá su compañía con una obra argentina en festivales teatrales europeos.
«La pérgola de la flores» requiere un numeroso elenco que integran primeras figuras, actores con papeles episódicos, comparsas, bailarines y cantantes y tras el telón, que aquí lo tienden solo unas oportunas sombras en el tablado, un equipo de decoradores, coreógrafos, modistas, músicos, iluminadores y maquinistas trabajan desde hace tres meses para montar la obra.
– ¿Utilizó algún elemento de la calle del que no echó mano anteriormente? – preguntamos a Madanes al terminar la función.
– Sí, el pequeño balcón, ventanitas y una escalera desde donde Valeria Riz y un coro femenino cantan «Tonada de Medianoche». Pero el año próximo cuando demos «Juan de Dios» ya no se podrá separar lo que es escenario natural de los elementos teatrales, que formarán marco en una extraña continuidad.
Y mientras Madanes se apasiona envuelto en proyectos, un perro vecino ladra con entusiasmo. Nos dicen que en la primera temporada lo hacía durante toda la representación, luego disminuyó sus voces en los veranos sucesivos y ahora aguarda disciplinado el final para ladrar a su placer. Sin duda alguna, un triunfo más a cuenta de Caminito y su sortilegio.
A. P.
Epígrafe: Atrios, plazas, posadas y jardines. El teatro nació al aire libre y vuelve a él muchas veces, pero en América Caminito representa un escenario insólito, y sólo en México, en la hermosa ciudad colonial de Guanajuato, se ofrecen entremeses cervantinos en plena calle.
La instantánea muestra a VALERIA RIZ y un coro femenino cantando «Tonada de Medianoche», una de las más bellas canciones de la pieza.
Fotografías de La Nación por Oscar Monsteirin.
Un grupo de floristas increpan al urbanista Valenzuela (JORGE LUZ) que amenaza demoler
la Pérgola.
Una atractiva viuda compuesta por ELENA LUCENA y un pícaro alcalde por TINO PASCALI cantan «Oiga usted». LAURA ESCALADA Y ROGELIO ROMANO entonan «Campo Lindo».
Revista Primera Plana
Estreno
EL HUMOR CONTAGIOSO
LA PERGOLA DE LAS FLORES (1960), texto de Isidora Aguirre, música y canciones de Pancho Flores. Director: Cecilio Madanes, Teatro Caminito.
«Quiere flores, señorita; quiere flores el señor…» El pregón de las floristas de Santiago cubre la noche boquense con un estallido de gracia, de humor simple y contagioso. Es quizá el mas bullicioso y turbulento de los espectáculos que Cecilio Madanes ha consumado en Caminito; es, también, el que más gente -arriba de 60 personas y más dinero -un millón 300 mil pesos- ha insumido. Tras ocho temporadas consecutivas al aire libre, Madanes ha logrado el casi perfecto afiatamiento de sus medios: nada queda entregado al azar, todo se orquesta con minucioso ajuste.
Para escribir su feliz comedia musical, los chilenos Aguirre y Flores parten de un mínimo y remoto episodio comunal que alborotó a Santiago, hacia 1929. La municipalidad estudió un proyecto para demoler la Pérgola de las Flores y ampliar la Alameda de las Delicias, a la altura de la iglesia de San Francisco. Las floristas se amotinaron contra la autoridad, consiguieron el apoyo de estudiantes, gremios, escritores, actores y plásticos; la Pérgola quedó en pie.
Paralelamente, transcurren las andanzas de Carmelita (una briosa e ingenua campesina), ahijada de una de las alborotadas «pergoleras», a quien el hijo de otra de éstas, Tomasito, reclama sentimentalmente. Otra línea narrativa está apoyada en el personaje estrafalario de la viuda Larraín de Valenzuela, cuyo hijo mimado, Pimpin, es el urbanista que delira por arrasar la Pérgola.
En la influyente viuda (madura, snob e intrigante), Isidora Aguirre se burla con suavidad de algunos sectores de la «alta sociedad» latinoamericana, encandilados con Europa y despreciadores de lo propio. Con espumosa tersura, la acción retoza de una instancia a otra, rebota de canción en canción, y no se detiene hasta un chisporroteante «gran final por toda la compañía».
Ubicada en las últimas oscilaciones de los twenties, la comedia satiriza aquel desenfado candoroso con que América del Sur respondió al ejemplo norteamericano: las mujeres de la high life santiaguina como las de Buenos Aires acortaron sus polleras, enarbolaron insólitas boquillas y se lanzaron a vivir su vida. Con estas emancipadas (o que creían serlo), en contraste con las rústicas y benévolas «pergoleras», se orquestan los más válidos contra puntos de la pieza, sobre la cual campea una nostalgia: la de aquel tiempo despreocupado que, en esta parte de América, sigue pareciendo áureo.
Madanes elabora sagazmente esa nostalgia, apoyándola apenas en la caricatura. Prefiere, como siempre, antes el relieve efectista que el sombreado sutil; y apunta, una vez más, a su opulenta, chisporroteante, jocosa concepción del teatro. Lo hace con su consagrado refinamiento, con un batallón de idóneos colaboradores, con el deseo de integrar ese decorado único que es la calle Caminito, en la narración de la pieza.
Como siempre, también, deja a los actores en una casi total libertad de acción. De ahí que Elena Lucena se desboque con frecuencia; que Laura Escalada pierda aplomo por momentos; que Rogelio Romano haga dolorosos esfuerzos para encontrar alguna expresividad. De ahí que Jorge Luz (Pimpin), Tino Pascuali (el alcalde de Santiago), Gloria Montes (una pergolera) y Amanda Beitía (Clarita) ostenten una afilada exactitud en el timing de sus personajes. Luz, en particular, rinde el máximo de comprensión y estilo, en dos celebrados números: «Yo soy el urbanista Valenzuela» y «Pierre, le peluquier».
La escenografía de Miguel Angel Lumaldo, apela a los elementos móviles; la decoración floral -130.000 pesos en corolas artificiales- levanta una ambientación algo pálida; pero donde la escena crepita con brio es en los atuendos de Eduardo Lerchundi.
Lo inesperado: la secuencia teatralmente más lograda es la menos estruendosa. Valeria Riz canta «Tonada de media noche», asomada a la escalera de una casa boquense; desde las ventanas, un coro femenino la acompaña, mientras las cantantes se abanican cadenciosamente. Es la primera vez que Madanes se acerca a la poesía, a una lírica conjunción del color, el movimiento y la música. El resultado permite desear que lo haga más a menudo.
TEATRO
SANTIAGO DE CHILE EN LA BOCA
LA PERGOLA DE LAS FLORES, comedia musical de Isadora Aguirre. Música y canciones de Pancho Flores. Dirección de Cecilio Madanes. Escenografía de Miguel Angel Lumaldo. Vestuario de Eduardo Lerchundi. Coreografía de Crandall Dichl. Orquestaciones de Roberto Lar. Intérpretes principales: Elena Lucena, Jorge Luz, Gloria Montes, Laura Escalada, Carlos Fioriti, Tino Pascali, Carlos Alvarenga, Amanda Beitia y Rogelio Romano. Representada en el teatro Caminito.
Muchas veces hemos sostenido que el teatro Caminito, que con fervor dirige Cecilio Madanes, es la aproximación más seria que se ha hecho en el país a un teatro popular, en el que el pueblo, ese conglomerado que incluye, además de al proletariado, a las clases altas, medias y bajas sin excepción, puede acercarse al fenómeno dramático en actitud de entrega. Esta posición no nos ha impedido señalar errores cuando los hemos creído advertir, pero nos estimula a indicar entusiastamente aciertos cuando los vemos.
Y la representación de “La pérgola de las flores” es un ejemplo de aproximación de una obra hecha para ese pueblo, sin discriminaciones. Conocida es la posición de Isadora Aguirre al respecto, y quien viera en su pieza un simple entretenimiento podría equivocarse seriamente, pues entre chiste y chiste, la autora bucea en lo social con agudeza. Lógicamente, para aprehenderla, hay que conocer la situación chilena, donde las diferencias entre clases son muy grandes. La señora Aguirre podría haber hecho un esquicio demagógico, pero es demasiado inteligente para eso, por lo que prefirió la sonrisa para internarse en los vericuetos de la crítica social. El resultado es una comedia encantadora, risueña, que se interna en la crítica de costumbres, pero al mismo tiempo sin zaherir exageradamente a nadie.
Madanes encaró un trabajo de gran responsabilidad. Hace dos años, un conjunto chileno presentó la obra en Buenos Aires de modo sobresaliente, y la expectativa era, por ello, muy grande. Muy grato nos resulta señalar (en cierto modo nos consideramos los «descubridores» de Madanes en una época en que nadie lo conocía) que el inteligente creador de ese milagro porteño que es Caminito, ha salido airoso en esta oportunidad, pues su puesta en escena es matizada, alegre, fiel al espíritu de la pieza. Con su habitual sentido del espectáculo, ha sabido rodearse del escenógrafo más apropiado, el coreógrafo más sagaz y el diseñador de vestuario de mejor gusto, para presentar una función encantadora, graciosa, fiel al espíritu de la pieza, y con las indispensables adaptaciones.
La tarea no era fácil, porque había que contraponer la tilinguería de ciertas clases adineradas con la bonhomía popular, pero al mismo tiempo hacerlo en tono de caricatura y no de farsa exagerada. El matiz era indispensable y cualquier exageración podía lesionar la pieza. Por ello, Madanes frenó los habituales impetus de Jorge Luz y Elena Lucena, tan propensos a desbordarse, y aprovechó las cualidades de ambos, con lo que la parte principal en materia personal estuvo salvada. Al mismo tiempo, adornó los cuadros de conjunto con bailarines expertos, cantantes de voz grata y un sentido visual de excelente gusto: el resultado es óptimo.
Quizá el detalle más importante sea para un auditorio argentino lo que ocurrió en un bar de Santiago de Chile, cosa que se logra. Es cierto que algunas tonadas no son todo lo ortodoxas que han sido menester, pero el conjunto resulta… por ello, no nos extrañaría que los chilenos… esta versión se sientan satisfechos. Alg… como la canción «Tonadas de medianoche» …tro juicio es un injerto, fueron puestos…
LONG PLAY
La pérgola de las flores ha sido representada por primera vez por el elenco del Teatro Caminito en su octava temporada al aire libre en la Boca el 13 de diciembre de 1964
Philips
85518 PY, Stereo
Distribuido por Phonogram S.A.I.C.
Industria Argentina
Impreso y confeccionado por B. Finkel e Hijos S.C.A.
Fotograbados Milco

