Nombre del espectáculo: LA VERBENA DE LA PALOMA
Fecha de estreno: 15 Enero 1966
REPARTO
Don Hilarión: JORGE LUZ
Don Sebastián: CARLOS FIORITTI
Julián: RAMÓN CONTRERAS
Rita, la Tabernera: ANGELES ABAD
Tabernero: FERNANDO VEGAL
Mozo 1: OSVALDO DE MARCO
Mozo 2: ABEL FERRE
Portero: MARIO ALON
Portera: MARTA FERRER
La Cantaora: VALERIA RIZ
La Bailaora: JOSEFINA M. STEKELMAN
Guardia 1: JUAN A. VOZZA
Guardia 2: OSVALDO GUZZI
La tía Antonia: ANTONIA HERRERO
Susana: MABEL FALCON
Casta: NELLY ROMANELLA
Un vecino: RUBEN FRAGA
Vecina 1: NENÉ MALBRAN
Vecina 2: ELIDA MARLETTA
Sereno: ROBERTO CROHARE
Doña Severiana: EDELMA ROSSO
Doña Mariquita: NENE MALBRAN
Teresa: AMANDA BEITIA
Candelaria: ADA ZANET
Una chula: ANTOINETTE SAN MARTÍN
Un señor: JORGE DEVAL
Hortera 1: CARLOS REYES
Hortera 2: HUGO RAMOS
Dependiente: HORACIO PEDRAZZINI
Inspector: ROBERTO CROHARE
Coro:
EDUARDO ADAMANIAN
MARIO ALON
JOSEFINA M. BALZAMI
ERNESTO CALDERAZZO
MARTHA I. CARRIZO
OSCAR CELI
TINA CICERO
DECAPOLIS DE ANDRADE
MARGARITA DELGADO
TOMY DE LUCA
ALICIA DEL VALLE
EDUARDO FERREIRA
MARTHA FERRER
JORGE GALÁN
ÉLIDA JESÚS
SUSANA KARAMANIAN
LUIS PEÑA
MARTHA PIZARRO
CARMEN VACCARO
Cuerpo de baile:
CRISTINA BARNILS
OLGA BUSTINZA
OLGA CALDERAZZO
BRUNILDA DE LUZ
JORGE DEVAL
ISIS FLEBES
GLORIA JAISEN
SAMUEL KRAVIECK
ELIZABETH LAZARA
AURORA PICON
ALBERTO RIBAS
ANTOINETTE SAN MARTÍN
ELIZABETH SIMMONS
MAURICIO SALA
ANA MARÍA STEKELMAN
Texto: RICARDO DE LA VEGA
Música: TOMAS BRETON
Director Musical: GEORGE ANDREANI
Dirección Vocal y Coral: VALDO SSCIAMMARELLA
Escenografía: GUILLERMO DE LA TORRE
Vestuario: EDUARDO LERCHUNDI
Coreografía: OSCAR ARAIZ
Asistente Coreográfico: ANTOINETTE SAN MARTÍN
Asistente de Dirección: MARCELO MARTINEZ
Equipo Luminotécnico: FAZZALARI – RUIZ DIAZ
Luces: VICTOR FASSARI
Administrador: CARLOS CARRO
Jefe Electricista: LUIS M. VOLPE
Instalación del Teatro Caminito: H. PROVENZANO – A. RICCI – D. MURINI
Instalación de las Luces: ALFREDO GALANTE
Realización Escenográfica: AGUSTÍN LEMMA
Realización del Vestuario: MARIA ELENA DE RUIZ
Asesoramiento Gráfico e Impresión del Programa: M. y O. NADELL Impresiones
Peluquería: MARZIANO
Abanicos: LA MAJA
Todo el vestuario femenino ha sido realizado con telas: FORESTI
Los mantones pertenecen a: Sr. JORGE NIÑO VELA, Sra. CLARA GORELOFF, Sra. CORA RATTO, Sra. ANTONIA HERRERO, Sra. MABEL FALCON, Srta. VIRGINIA IRIGOYEN TISCORNIA
Las casas de la calle Caminito han sido pintadas bajo la dirección de BENITO QUINQUELA MARTÍN.
El Teatro Caminito cuenta con un préstamo otorgado por el Fondo Nacional de las Artes por un valor de $800.000
Creador, organizador y director del Teatro Caminito, desde 1957
CECILIO MADANES
SALA
Teatro Caminito
LOS AUTORES
RICARDO DE LA VEGA (Madrid, 1839 – ibídem, 1910), dramaturgo español. Contribuyó al sainete madrileñista con algunas piezas: “Los baños del Manzanares”, “A las puertas de la iglesia”, “Vega, el peluquero”, hasta que en 1880 Federico Chueca puso música a su sainete “La canción de la Lola”; desde ese momento al llamado teatro por horas se le suma música y Ricardo de la Vega se erige como iniciador del género chico musical. Otros sainetes líricos del libretista son “La abuela”, “Pepa la frescachona” o “El colegial desenvuelto”, y la famosísima “La verbena de la Paloma, o El boticario y las chulapas y celos mal reprimidos” e 1894, con música de Tomás Bretón.
TOMÁS BRETÓN Y HERNÁNDEZ (1850-1923) compositor y violinista español. Algunas de sus zarzuelas fueron: “Botín de guerra”, “Felicidad”, “Las percheleras”, “Fraile fingido”. También compuso óperas y música sinfónica y de cámara. Con 22 años de edad, se inició en masonería en la Logia Fraternidad Ibérica de Madrid.
SÍNTESIS ARGUMENTAL
Sainete lírico en un acto dividido en tres cuadros. La acción transcurre en Madrid, en la época del estreno (1894)
ACTO ÚNICO. Cuadro Primero
Don Hilarión (JORGE LUZ), y Don Sebastián (CARLOS FIORITI) cometan los calores de la noche, mientras los vecinos cantan alegremente sobre la verbena.
Julián (RAMON CONTRERAS) lejos del espíritu festivo le cuenta a la Señá Rita (ANGELES ABAD), que planea una venganza contra su novia (MABEL FALCÓN) porque le ha dicho que no irá a la verbena, con el pretexto de poder salir a solas con algún amante.
Don Hilarión comenta alegremente la noche que va a pasar con dos chulapas que ha conocido, y que espera poder lograr de ellas buenos favores. Y la Señá Rita intenta consolar a Julián animándolo a ir con ella a la verbena.
Cuadro Segundo
En un café el público disfruta de la cantadora (VALERIA RIZ) y la bailaora (ANA MARÍA STEKELMAN). Entre las mesas están La Tía Antonia (ANTONIA HERRERA) con sus sobrinas Casta (NELLY ROMANELLA) y Susana, la novia de Julián.
Susana se siente amargada por los celos de su novio, al cual quiere dar un escarmiento, aceptando las proposiciones que le hace un viejo, que no es otro que don Hilarión.
Aparecen por la calle Julián y la Señá Rita, el cual al oír las risas de su novia y del admirador, enfurece y se produce una pelea, en la que intervienen los guardias y el tabernero (FERNANDO VEGAL) poniendo paz. Se marchan Susana con don Hilarión, y Julián jurando venganza.
Cuadro Tercero
En una calle convertida en salón de baile disfrutan de la noche don Sebastian y su familia, cuando de pronto llega Don Hilarión solicitándole refugio en su casa.
Julián lo ha perseguido. Detrás de él vienen la Señá Rita, la Tía Antonia, Casta, Susana y los Guardias con los cuales mantienen una discusión.
Don Sebastián intercede por Julián ante los guardias y se reconcilia con Susana
FIGURINES
de Eduardo Lerchundi
1. Susana (MABEL FALCÓN)
46 x 30.5 cm
18.11 x 12.00 in
2. SIN TÍTULO
50 x 35 cm
19.68 x 13.77 in
3. Doña Severiana (EDELMA ROSSO)
46 x 30.7 cm
18.11 x 12.08 in
4. Coro verde azul #1 (GLORIA JAISEN)
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.76 in
5. Coro verde azul #2 (CRISTINA BARNILS)
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.76 in
6. Coro verde azul #3 (OLGA BUSTINZA)
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.76 in
7. Coro verde azul #4 (OLGA CALDERAZZO)
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.76 in
8. Coro verde azul #5 (ELIDA MARLETTA)
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.76 in
9. Coro verde azul #6 (ELBA)
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.76 in
10. Coro verde azul #7 (BRUNILDA)
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.76 in
11. Coro verde azul #8 (ELIZABETH LÁZARA)
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.76 in
12. Rita, la tabernera (ÁNGELES ABAD)
31.7 X 24.2 cm
12.48 x 9.52 in
13. Rita II
31.7 x 24.2 cm
12.48 x 9.52 in
14. Coro Amarilla I
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
15. Coro Amarilla II
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
16. Coro Amarilla III
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
17. Coro Amarilla IV
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
18. Coro Amarilla V
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
19. Coro Amarilla VI
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
20. Coro Amarilla VII
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
21. Coro Amarilla VIII
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
22. Coro Amarilla IX
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
23. Coro Amarilla X
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
24. Coro Amarilla XI
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
25. Coro Amarilla XII
32.6 x 25 cm
12.83 x 9.84 in
26. La Bailaora (JOSEFINA M. STEKELMAN)
32.7 x 24 cm
12.87 x 9.44 in
27. Bailaora Rojo II
32.8 x 25 cm
12.91 x 9.84 in
28. Bailaora Rojo III
32.6 x 23.8 cm
12.83 x 9.37 in
29. Bailaora IV
31.7 x 23.8 cm
12.48 x 9.37 in
30. Bailaora V (ANA MARÍA STEKELMAN)
31.6 X 24 cm
12.44 x 9.44 in
31. Casta (NELLY ROMANELLA)
49.2 x 33.8 cm
19.37 x 13.30 in
32. Doña Mariquita (NENÉ MALBRÁN)
31.7 x 24
12.48 x 9.44 in
33. Doña Severiana (EDELMA ROSSO)
31.7 x 24 cm
12.48 x 9.44 in
34. Coro (ELIDA JESÚS)
31.5 x 24 cm
12.40 x 9.44 in
35. Coro 1 (SUSANA KARAMANIAN)
32.5 x 22.8 cm
12.79 x 8.97 in
36. Coro 2 (JOSEFINA M. BALZAMI)
32.8 x 23.8 cm
12.91 x 9.37 in
37. Coro 3 (TINA CICERO)
32.5 x 23.8 cm
12.79 X 9.37 in
38. Coro 4 (MARGARITA DELGADO)
32.5 x 23.8 cm
12.79 x 9.37 in
39. Coro 5 (MARTHA PIZARRO)
32.5 x 22.8 cm
12.79 x 8.97 in
40. Coro 6 (ALICIA DEL VALLE)
32.5 x 23.7 cm
12.79 x 9.33 in
41. Coro 7 (MARTHA MILLÁN)
32.5 x 23.8 cm
12.79 x 9.37 in
42. Coro 8
32.5 x 23.8 cm
12.79 x 9.37 in
43. Coro 9
32.5 x 23.8 cm
12.79 x 9.37 in
44. Coro 10 (CARMEN VACCARO)
32.6 x 23.7 cm
12.83 x 9.33 in
45. Tabernero (FERNANDO VEGAL)
32.6 x 23.8 cm
12.83 x 9.37 in
46. Clientes Taberna
32.5 x 23.8 cm
12.79 x 9.37 in
47. Don Hilarión (JORGE LUZ)
32.7 x 24 cm
12.87 x 9.44 in
48. Sereno (ROBERTO CROHARE)
32.6 x 23.7 cm
12.83 x 9.33 in
49. Dos hombres
32.5 x 23.8 cm
12.79 x 9.37 in
50. Cliente Taberna
32.6 x 23.7 cm
12.83 x 9.33 in
51. Chulos
32.7 x 24 cm
12.87 x 9.44 in
NOTAS PREVIAS
LA VERBENA DE LA PALOMA
El auge alcanzado por la zarzuela española desde mediados del siglo XIX se vio realzado por la importancia de los compositores que construyeron su afianzamiento y culminación: Hernando Oudrid Gaztambide, Asenjo Barbieri, Emilio Arrieta, Marqués, Fernández Caballero y Chapf, entre los más célebres legaron a este género los títulos más exitosos y perdurables.
Las últimas tres décadas del siglo señalan la presencia de una nueva modalidad en el teatro lírico español, a la que se diera el nombre de “género chico” para diferenciarlo de la zarzuela grande y al cual se vincularon uno tras otro los músicos y libretistas más destacados de la época. Populares escenarios madrileños de entonces como los teatros Felipe, Comedia, Recoletos, Variedades, Apolo, Zarzuela y Eslava fueron los baluartes del nuevo género que deleitara a varias generaciones.
Desde aquellos escenarios -algunos muy modestos- se fueron conociendo pequeñas zarzuelitas en un acto como ” Chateau Margaux”, “La Gran Vía”, “Los valientes”, “El Chaleco Blanco”, “Trafalgar”, “Cadiz”, “El año pasado por agua”, “El Monaguillo”, “El dúo de la Africana”, Fernández Caballero, Chueca, Chapf, Bretón, Jiménez y Nieto eran los autores de los mayores éxitos que luego se prolongarían en las décadas iniciales del presente siglo hasta el comienzo de la primera guerra mundial, tras la cual van cediendo terreno a la naciente revista espectacular y a las obras influenciadas por la opereta vienesa.
Años más tarde Amadeo Vives, Jesús Guridi, Jacinto Guerrero y Federico Moreno Torroba, entre otros, intentarán con éxito el renacimiento de la zarzuela. “Doña Francisquita”, “El Caserío”, “La Rosa del Azafrán” y “Luisa Fernanda” se cuentan entre los títulos más afortunados.
La temporada madrileña de 1894 asistió al nacimiento de una obra que sería luego modelo y pilar del género popular español. Se trata del sainete lírico en un acto y tres cuadros “La verbena de la Paloma o El boticario y las chulapas o Celos mal reprimidos” con libro de Ricardo de la Vega y música de Tomás Bretón, dado a conocer la noche del 17 de febrero en el Teatro Apolo, escenario considerado entonces como “catedral” del género chico.
Un elenco estelar integrado en sus partes principales por Leocadia e Irene Alba, Luisa Campos, Pilar Vidal, Emilio y José Mesejo y Manolo Rodríguez, animaron las figuras centrales del reparto bajo la dirección del compositor.
La velada transcurrió en un ambiente de constante animación debiéndose repetir varios números de la partitura que fue reconocida luego por la crítica especializada como una joya del género.
La obra ganó rápida popularidad y a los pocos días de estreno todo Madrid tarareaba los pegadizos motivos de “La Verbena”.
Algunas semanas después los principales países de América Latina recibirían con idéntico alborozo el regocijante mensaje de los bulliciosos verbeneros, la expresión de su gracia auténtica y las alternativas de sus penas y alegrías.
El libreto de Don Ricardo de la Vega -hijo del célebre dramaturgo Ventura de la Vega- es un modelo de ubicación, una acertada pintura del Madrid finisecular, de aquél Madrid pintoresco y bravío que bulle en el heterogéneo trajinar de sus gentes, de los pobladores de sus barrios bajos: “Mozas de trapío”, chulos y chulapas, serenos, viejos verdes, guardias bonachones y dicharacheros, y como real protagonista, como centro de la acción, una de las zonas más características del Viejo Madrid, la calle de Toledo y sus inmediaciones, con la bulliciosa verbena que se celebra el 15 de agosto de cada año, en honor de la Virgen de la Paloma, patrona espiritual de Madrid.
La sagacidad del enfoque psicológico el auténtico retrato de tipos y personajes, la bien dosificada comicidad, el irresistible gracejo de los parlamentos y la espiritualidad, plena de nostalgia y reminiscencias, de los cantables confieren al libro de “La Verbena de la Paloma” un encanto y una vigencia que los años y los gustos cambiantes no han logrado marchitar.
Si algo cabría señalar aún, con respecto a esta obra de tan feliz trayectoria, sería un juicio de José Deleito y Piñuela que ilustra los capítulos consagrados al sainete de Bretón y de la Vega en su “Origen y Apogeo del Género Chico”:
“La Verbena de la Paloma… ¿Quién no la conoce? ¿Quién no se ha deleitado con sus cuadros de ambiente popular madrileño que no hubiera superado el pincel de Goya y con su música a la vez honda y alegre, socarrona y tierna, cascabelera y exquisita, pero siempre inspirada en la entraña misma del pueblo de Madrid?”
Las óperas “Guzmán el bueno”, “Los Amantes de Teruel”, y “Garín” habían abierto ya a Bretón las puertas del Teatro Real de Madrid y del Liceo de Barcelona. La segunda fue aplaudida también en Budapest, Viena, Praga y Buenos Aires. El género chico y la zarzuela contaban desde 1874 con la colaboración del maestro en obras que, si bien en los momentos del estreno fueron recibidas con entusiasmo, no superaron luego la variabilidad de los gustos imperantes.
El libreto de Ricardo de la Vega estuvo en principio destinado a Ruperto Chapf, pero por un desentendimiento con la empresa del Apolo -según fuentes autorizadas- el autor de “Margarita la Tornera” lo devolvió a poco de tenerlo en su poder.
Entregado entonces a Bretón, éste escribió la música en diecinueve días, sin pensar que estaba componiendo la obra que más contribuyera a su gloria y a cimentar su fama con vigencia indeclinable.
Bretón se documentó especialmente para su partitura. Frecuentó los barrios populares y “escribió en los cafés, en las tascas y hasta en los bancos de la calle”.
Diversos motivos (seguidillas, soleares, chotis y habanera) esmaltan las escenas de la obra; dúos y concertantes de singular expresividad evidencian claramente la ciencia y el saber musical del maestro salmantino que plasmó en forma admirable el sentir y las modalidades del pueblo madrileño como el más castizo y representativo de sus hijos.
El estreno de “La Verbena de la Paloma” en Buenos Aires, como era entonces tradicional, se realizó a pocas semanas del bautismo madrileño. El acontecimiento tuvo lugar en el Teatro Rivadavia (actual Liceo) la noche del 20 de abril de 1894 con la dirección musical de Antonio Reynoso. Entre los intérpretes que intervinieron en la primera ejecución porteña figuraron: Rogelio Juárez (Don Hilarión), Eliseo San Juan (Julián), Clotilde Perales (Susana), Carmen Ciudad (Casta), Isabel López (Señá Rita) y las señoras Martín de Juárez y Mendieta.
Pocos días después los teatros Mayo y de la Zarzuela incorporaban la obra a sus repertorios. En el Teatro Rivadavia “La Verbena de la Paloma” llegó a ocupar las cuatro secciones nocturnas, festejándose el 12 de setiembre las doscientas representaciones. En esa oportunidad, Amalia Bourman, una notable cantante aplaudida en ópera y zarzuela, animó el brioso personaje de la Señá Rita.
La popularidad de “La Verbena de la Paloma” fue siempre en aumento y figuró permanentemente en repertorio mientras actuaron en nuestro país conjuntos dedicados al género, siendo animada por las figuras más prestigiosas de esa especialidad.
Buenos Aires conoció algunas representaciones memorables del popular sainete madrileño, en las cuales intervinieron las figuras más descollantes del teatro hispano-argentino. En varias oportunidades llegó al suntuoso marco del Teatro Colón, recordándose, entre otras, las temporadas ofrecidas por Moreno Torroba en 1934 y 1935.
En distintas representaciones veraniegas organizadas por el mismo Teatro figuraron algunos intérpretes argentinos que alternaron en el reparto con destacadas figuras españolas.
JUAN ANDRÉS SALA
JUAN ANDRÉS SALA (1911-1998) Crítico y Musicógrafo. Fue redactor de los programas de mano para ópera y ballet del Teatro Colón. Dictó conferencias sobre temas musicales, colaboró en la Historia del Arte en la Argentina, editada por la Academia Nacional de Bellas Artes y en La Historia del Teatro Colón. Publicó el libro “Cuatro siglos de Ballet” (1581-1981). Dictó cursos de ópera en la Universidad Católica Argentina. Disertó en la Asociación Dante Alighieri, en el Instituto de Música Hispánica Manuel de Falla y en la Alliance Française. Obtuvo el Premio Konex 1997 en el rubro Música Clásica.
PRENSA
Clarín
19 Enero 1966
«LA VERBENA DE LA PALOMA»: ACERTADA RECONSTRUCCIÓN EN CAMINITO
Subió a escena en el teatro Caminito el sainete lírico de Ricardo de la Vega y Tomas Bretón “La verbena de la Paloma”, con la dirección general de Cecilio Madanes; conducción musical del maestro George Andreani; dirección vocal y coral de Valdo Sciammarella; coreografía de Oscar Aráiz; escenografía de Guillermo de la Torre y vestuario diseñado por Eduardo Lerchundi.
Desde su estreno en el Teatro Apolo de Madrid, el 17 de febrero de 1894 “La Verbena de la Paloma”- quizás la más afortunada y popular manifestación del sainete lírico español – no ha cesado de representarse con inalterable éxito en todo el mundo. Verdadero clásico del género, sus cantables han estado por varias décadas incorporados al repertorio familiar y cotidiano. Y todavía hoy no resultaría del todo incongruente ni anacrónico oír por allí algunos fragmentos del famoso “¿Dónde vas con mantón Manila…?”.
No vamos a referirnos, por demasiado conocidos al tema y desarrollo de “La verbena…” – sus personajes pertenecen ya por derecho propio a la antología de la especialidad – ni haremos tampoco una reseña de las múltiples versiones que Buenos Aires conoció de esta zarzuela ya que tal dato de índole estadística escapa al alcance e intención del comentario que nos ocupa.
Corresponde, pues, pasar directamente a la nueva concreción escénica que de la pieza de Bretón y De la Vega llevó a cabo Caminito, en su novena temporada consecutiva de teatro al aire libre en uno de los más pintorescos rincones del barrio de la Boca. Cecilio Madanes, consumado artífice del espectáculo y dueño de una aguda intuición plástica y cromática, puso en juego aquí una vez más toda la gama de sus recursos. Aprovechando al máximo las posibilidades que le brindan ventanas y balcones de las pintorescas viviendas que flanquean el teatro y valiéndose del aporte decisivo que significa el idóneo grupo de colaboradores al que recurrió (escenógrafo, figurinista, director de orquesta, director vocal y coreógrafo). Hizo de “La verbena de la Paloma” un evocativo cuadro generoso en ritmo, gracia y color.
Sobre un decorado móvil de notoria funcionalidad y muy bien concebido en todos sus detalles por Guillermo de la Torre, Madanes supo mover el numeroso elenco cuidando los desplazamientos – de por si abundantes y complicados- y procurando siempre evitar el peligro del empastamiento visual con una distribución armónica y coherente. En este aspecto, cabe destacar el trabajo coreográfico de Oscar Aráiz, prolijo y exacto en términos generales, aunque es de esperar en sucesivas representaciones un ajuste definitivo en la composición de algunas figuras.
Otro factor de importante gravitación en el espectáculo es el muy agradable vestuario de Lerchundi, realizado sin escatimar elementos y en una equilibrada distribución de los tonos.
El maestro George Andreani se lució conduciendo una orquesta de auténtica calidad, de manera que la parte musical – cuya trascendencia es ocioso recalcar – estuvo recubierta con amplitud de bondades y sin dejar lugar a reparo alguno.
Especialmente difícil fue para Valdo Sciarammella la dirección vocal, ya que muchos de los intérpretes no reúnen condiciones de cantantes. Y si bien es cierto que esta limitación no deja de hacerse notar, su presencia no alcanza tampoco a disminuir la suma de valores que hemos anotado.
El nutrido conjunto de actores logró adaptarse a la pronunciación madrileña con un aceptable margen de veracidad, y en la apreciación global de su labor puede decirse que supo otorgar clima y calor a esta nueva versión de “La verbena de la Paloma”. Jorge Luz se mostró muy eficaz dando vida a Don Hilarión, con picardía y ductilidad. Lo mismo puede decirse del Don Sebastián que compuso Carlos Fioriti, aunque con menor cantidad de matices. Ramón Contreras, veterano en estas lides, animó bien al fogoso Julián, y Fernando Vegal, pese a estar algo excedido, otorgó castizo relieve al Tabernero. Acertada Antonia Herrero en un personaje de gran riqueza expresiva, asi como también Mabel Falcón y Nelly Romanella en los papeles de Casta y Susana. Ángeles Abad, Mario Alón, Osvaldo de Marco, Abel Ferré, Juan A. Vozza, Osvaldo Guzzi, Edelma Rosso y Nené Malbrán se destacan en lo suyo, bien secundados por el resto de la compañía.
Al final de la función tras las palabras – en esta ocasión bastante quejosas por los factores que demoraron el estreno- de Cecilio Madanes, la ilustre actriz Lola Membrives subió al escenario y entonó a la par de los demás la canción que cierra la zarzuela, acompañándose con un donoso aleteo de su mantón de Manila. Fue un simpático y digno broche de oro para la representación, que contó, además, con la presencia de numerosas autoridades nacionales y destacadas personalidades del ambiente.
La Prensa
19 Enero 1966
UN GRAN ESPECTÁCULO ES EL DEL TEATRO CAMINITO
Cierto día del siglo anterior llegó al Apolo de Madrid, un libreto de Ricardo de la Vega, con música de Tomas Bretón. Ostentaba el curioso título “La verbena de la Paloma o El boticario y las chulapas y celos mal reprimidos”.
A partir de su estreno el 17 de febrero de 1894, esta joya del género chico español constituyó el deleite de los públicos de habla castellana. Un par de meses después la pieza se daba a conocer en Buenos Aires y de ahí en adelante fue el número más celebrado de las temporadas zarzueleras de los elencos españoles que nos visitaron.
Ahora Cecilio Madanes, que sabe reconocer los valores permanentes de las manifestaciones teatrales, que otros directores y empresarios consideran intocables por los años que sobre ellas pesan, acaba de reponerla en Caminito, y los aplausos se le han tributado, seguramente se han oído hasta la calle de Alcalá.
La versión presentada por Madanes es, sin duda, la más espectacular y vistosa de cuantas hasta ahora se nos han ofrecido. Rodeado de excelentes colaboradores, como George Andreani en la dirección musical; Valdo Sciammarella, en la dirección vocal y coral; Guillermo de la Torre, en la escenografía; Eduardo Lerchundi, en el vestuario; Oscar Araiz, en la coreografía; Fazzalari, Ruiz Díaz y Fassari en el manejo de las luces, han puesto a su servicio un vastísimo escenario de planos superpuestos, un elenco excepcionalmente numeroso y bien seleccionado, una penetrante comprensión del texto para destacar, separadamente, dentro de la armonía general del espectáculo, cada uno de las escenas que lo integran, con su espíritu propio y sus matices correspondientes.
Muestra además; una visión controlada de lo cómico, que invita a la risa amable sin impeler a los desbordes de la carcajada.
Por eso resultan tan gratas las intervenciones de Jorge Luz, en Don Hilarión; de Fernando Vegal, en su tabernero; de Roberto Croharé, en el Sereno; de Juan A. Vozza y Osvaldo Guzzi, en los dos guardias; de Carlos Reyes y Hugo Ramos, en los horteras. Ha confiado acertadamente en las voces de Ramón Contreras, para Julián; De Ángeles Abad, para Tabernera; de Valeria Riz, para la Cantaora; y de Carlos Fioriti para Don Sebastián.
Ha evidenciado su sentido del equilibrio, del movimiento, de la plástica y de la gracia en su elección de Josefina Stekelman para la Bailaora, y en las rítmicas y expresivas evoluciones del ballet. Disciplinada y entusiasta fue también la actuación de Antonia Herrero, Mabel Falcón, Nelly Romanella, Antoinette San Martin, Ada Zanet, Nené Malbrán, Elisa Marletta, Edelma Rosso, Amanda Beitía, Marta Ferrer, Osvaldo De Marco, Abel Ferré, Mario Alón, Rubén Fraga, Jorge Deval y Horacio Pedrazzini.
Ingenioso texto, música deliciosa, lindos trajes, brillantes coreografías, bailes, canciones, dinamismo y gracia han sido los ingredientes principales de este luminoso espectáculo ofrecido por Cecilio Madanes con la siempre triunfadora “Verbena de la Paloma”.
F.T.P.
Crónica
20 Enero 1966
HABLEMOS DE TEATRO
CAMINITO, «LA VERBENA DE LA PALOMA»
Esa suerte de imaginero del buen gusto y mago de la representación que es el fino director Cecilio Madanes ha hecho una vez más el reeditar con singular encanto el chispeante decir de “La verbena de la Paloma” y hacernos gozar de su vivificante lozanía inmortal, vívida actual.
Es el milagro de una vivencia que ha trascendido de lo finisecular a nuestros días sin que advirtamos la diferencia que puede haber entre “mozas de trapío”, chulos y chulapas, viejos verdes, guardias bonachones y dicharacheros del Madrid “fin du sicle” y nuestros agitados días sin memoria para el ayer más cercano.

Don Hilarión (JORGE LUZ), Don Sebastián (CARLOS FIORITI)
Madanes, cerebro lúcido y entendimiento claro, tomó “La Verbena de la Paloma” porque siempre supo que fue, de ese delicioso género español que desparramaron por el mundo Chueca, Fernández Caballero, Bretón, Chapí, Gaztambide y otros, la zarzuela que más puramente ha reflejado un época, que más certeramente ha dibujado personajes aún inolvidables y que más encantadora e inolvidablemente ha dejado para nuestra sensibilidad esa maravilla de sus melodías, casi todas ellas famosas aún para los que jamás han oído hablar de “La verbena de la Paloma”, este “milagrito” de buen gusto estrenado en 1894 en Madrid y reeditado en 1966 en Caminito de Buenos Aires con la presentación, con la frescura y el encanto que no dejan pensar en ningún momento en los setenta años largos transcurridos, tiempo más que de sobra para que otras piezas, más pretenciosas pero evidentemente menos valiosas hayan perdido vigencia.
“Seguidillas, soleares, chotis y habaneras” de “La Verbena” han llegado hasta nuestros días en aras de su música sin igual y de su letra que se recordará a poco que se mencione “Donde vas con mantón de Manila…” o aquello de “Un mantón de la China, la China…la China… me vas a regalar” o el ritual de la “Seña´ Rita” en su admonición al Julián de la simple historia “Julián… ¡Que “ties” madre! En fin, todo el encanto del Madrid que alguna vez nada menos que Moreno Torroba logró llevar a nuestro Teatro Colón. Madanes superó sin duda alguna todas las versiones teatrales conocidas. Luz, color, alegría, vigor.
Casi un dechado de perfección.
- · COLABORARON
Feliz el maestro Andreani al frente de un reducido pero disciplinado conjunto de músicos, artífices, al compás de su batuta; una bien resuelta escenografía de De la Torre, un bonito vestuario de Lerchundi; una adecuada coreografía de Oscar Aráiz, una justa dirección vocal de Valdo Sciammarella y una lumínica sin tachas de Fazzalari-Ruiz Diaz, fueron los elementos adicionales a Madanes.
Entre los artistas vayan los aplausos sin retaceos a Jorge Luz en un Don Hilarión casi perfecto, a Carlos Fioritti y a Fernando Vegal en su tabernero superado con bizarría, lo mismo que la seña Rita de Ángeles Abad al menos vertida con oficio, menciones también para la garrida Susana de Mabel Falcón y del resto del elenco aún por encima de “pecadillos” no superados como el de Ramón Contreras… Por lo demás… una “verbena “insuperable”
- · BARRIO AMIGO
La Boca, ese barrio orgulloso de lo que tiene – y tiene mucho admirable – agregó a su acervo Caminito. Y lo ha incorporado como algo que le pertenece – Y por cierto – que le pertenece por derecho propio.
Le cabe con todos sus vecinos un cálido elogio por participar del espectáculo, tornándolo grato y único en el mundo. Ejemplo vivo de colectividad… un “Fuenteovejuna” criollo… o mejor, porteño, que merece nuestro aplauso.
Quinquela, la Vuelta de Rocha, el Riachuelo, Boca Juniors y Caminito. La Boca se lo merece. Por su gente ¡gracias barrio de La Boca!
C. F.
Susana (MABEL FALCÓN) anuncia a su tía, a su hermana y al farmacéutico (ANTONIA HERRERO, NELLY ROMANELLA, y JORGE LUZ) que esta noche irá a la verbena de la paloma luciendo su mantón de Manila.
El Mundo
20 Enero 1966
TEATRO
LA VERBENA DE LA PALOMA
Por novena temporada consecutiva, venciendo dificultades sin par y proponiéndose cada vez tareas más ambiciosas, Cecilio Madanes inauguró en una fiesta de colorido y alegría el teatro libre Caminito, instalado en la cortada que hizo famosa el tango de Juan de Dios Filiberto.
Con un esfuerzo extraordinario, que tuvo la colaboración de más de cien personas entre artistas, técnicos, músicos y bailarines, se ofreció el ya clásico sainete lirico de los españoles Ricardo de la Vega en los textos y Tomás Bretón, en la composición musical: “La Verbena de la Paloma”.
Esta encantadora pintura del Madrid popular de fin de siglo, con sus tipos característicos, su habla pintoresca, desfiló ante los ojos y los oídos entusiasmados de los espectadores con una simpatía y una espectacularidad que disimuló briosamente los naturales obstáculos que se oponen a los artistas locales cuando se trata de vestir personajes de otras latitudes con acentuada fuerza regional.
No obstante la gracia natural, el oficio y la buena voluntad de los actores y la acertada marcación del director, suplieron las desventajas de la dicción y modalidades distintas.
Agilidad, desenvoltura, ritmo veloz, música bien ejecutada marcaron la sucesión de rápidas escenas que nos trajeron un Madrid de canciones inolvidables, con chulapas de mantón coquetas y enamoradas, el boticario curalotodo con sus infaltables calomelanos, los cómicos guardias civiles que en parejas daban eternas y rutinarias vueltas manzana porque “las broncas” madrileñas se producían muy de vez en vez, las tabernas donde el tabernero juega a las cartas con los parroquianos y el que quiere algo que se sirva solo, las muchachas románticas esperanzadas y esa esperanza de amores que eran los bailes de la Verbena de la virgen de la Paloma.
Este sainete cantado, que resistió el paso del tiempo, ya que fue estrenado en España en 1894 y que reprisó innumerables veces en nuestro país, alcanzando la gloria de obtener el escenario de nuestro primer coliseo, el teatro Colón, cuando en 1934 lo montó la compañía de Moreno Torroba, volvió a conquistar al público argentino, como lo probaron los fervientes aplausos que saludaron la presentación de Cecilio Madanes y su numerosísimo elenco.
Es una pena que un sacrificio tan grande, en el que se embarcaron artistas de significación y se invirtieron más de dos millones de pesos en el montaje, seguramente por falta de una eficaz colaboración oficial, haya sido estrenado cuando la estación de verano está más que promediada.
Si los teatros de verano se inauguran en Noviembre, como sería correcto no se verían en tan grandes apuros y ansiedades. Nos preguntamos si los planes oficiales alguna vez se harán y ejecutarán con la debida antelación. Si así fuera se beneficiaría el público, los artistas correrían menos riesgo y las autoridades tendrían un mayor reconocimiento por sus buenas intenciones.
De la actuación de los actores ya elogiada en su conjunto, destacaremos la labor de Jorge Luz, en el boticario enamorado; Fernando Vegal en la composición muy atinada del pintoresco tabernero; Antonia Herrero en la agresiva tía casamentera; el cantante español Ramón Cotreras, de Ángeles Abad, Mabel Falcón y Nelly Romanella, quienes animaron los personajes con bien timbrada voz. También Roberto Croharé, Carlos Fioriti, Valeria Riz, Edelma Rosso, Nené Malbrán animaron bien sus partes. En un muy ajustado trabajo de conjunto, todo el elenco se desempeñó con corrección.
George Andreani y sus músicos dieron una versión muy colorida y alegre de la partitura manteniendo una elevada calidad y ajuste severo. Valdo Siammarella en la dirección vocal y coral, logró una armonización muy bella que contribuyó mucho al éxito de espectáculo. La escenografía de Guillermo de la Torre lució por su simplicidad en los primeros planos, aprovechó tanto los elementos extraños al teatro, las casas de los vecinos, a las que convirtió en decorados como el hermoso espacio de que disponía para crear una visión colorida donde evolucionaron, con abundancia de planos, actores, coro y ballet. El vestuario de Eduardo Lerchundi lujoso y de buen gusto.
Cecilio Madanes nos dio en la dirección y organización de este espectáculo una nueva muestra de su entusiasmo por el buen teatro.
DORA LIMA
La Nación
20 Enero 1966
VERBENA, CAMINITO, MADANES
«LA VERBENA DE LA PALOMA» ES UN SUCESO ACTUALÍSIMO, SETENTA Y TANTOS AÑOS DESPUÉS… – CALIDAD Y FINURA EN UNA REALIZACIÓN MEMORABLE – ¿FIN DE «CAMINITO»?…
Cuando la orquesta preludió el famoso «¿Dónde vas con mantón de Manila?… fue visible la emoción que, progresivamente, se iría adueñando del atento auditorio. Era una ráfaga finisecular, algo entrañable ligado a la sonrisa de los bisabuelos, una melodía casi legendaria para la gente joven que, desde temprano hizo «cola» delante de las puertas rústicas de «Caminito». Y, para muchos que en su lejana mocedad – como Doña Lola Membrives, que asistió envuelta madrileñísimo atuendo- vivieron el clima auténtico de la zarzuela inmortal, aquello constituía, además de una verdadera fiesta para el espíritu, un acontecimiento de significado especialísimo, un lírico desafío en pleno 1966: sólo Cecilio Madanes podía ponerle la firma a iniciativa semejante.
Y la gente salió cantando luego de asistir a uno de los espectáculos mas valiosos, y singulares que pueda ofrecer la temporada de verano en Buenos Aires. (¡Lástima que recién empiece a mediados de enero!, pero de esto hablaremos después). Lo cierto es que en el ambiente típico de la «cortada» boquense, con sus laterales formados por las mismas casas del vecindario a cuyas ventanas se asoman los vecinos para mirar lo que ocurre en escena; estrenando una sillería metálica multicolor, donada por los amigos; con la asistencia de autoridades nacionales y municipales, críticos, artistas, escritores, periodistas e invitados especiales; en un marco de cálida jerarquía, «La verbena de la paloma» reeditó el talento intacto de Ricardo de la Vega y Tomás Bretón.
Aquí sí puede aplicarse aquello de que «no le ha pasado un solo día»… Para confirmarlo, bastó mirar a la par que el escenario, la expresión luminosa del público. Fresca, intencionada, toda gracia y equilibrio, vibrante de donaire, de «sabor» y de ingenio, la versión de Madanes colmó la expectativa más exigente. Y la empresa acometida se nos ocurrió titánica. El comentario fue «lei motiv» de la reunión: en momentos en que se prefieren obras de dos o tres personajes para evitar gastos mayores y dificultades de toda índole, el elenco de «Caminito» pasa del centenar. Movido por la mano diestra y segura de su director, el conjunto homogéneo dialoga, canta, baila, con la guía disciplinada de la orquesta que conduce el maestro Andreani. Los coros, preparados por Valdo Schiamarella, confieren a los cuadros el justo relieve.
El vestuario creado por Lerchundi es suntuoso, elegantísimo, colorido, manteniendo una línea equidistante entre la estilización y la moda de la época. La coreografía a cargo de Oscar Araiz, por momentos brillante. Y la interpretación general doblemente meritoria por adaptarse a las exigencias de un difícil género ajeno a la modalidad de nuestros actores que salen airosos de la prueba, sobre todo Jorge Luz, componiendo un boticario de antología, con prodigioso sentido del ritmo: su Don Hilarión fue reiteradamente celebrado por aplausos. También muy correcta la caracterización del Tabernero, de Fernando Vegal.
Pero lo que importa destacar sin retaceos es ese «ángel» que Cecilio Madanes deja entrever en todos sus trabajos. Diez años consecutivos lo consagran como uno de los realizadores genuinos a quienes nuestro país adeuda una trayectoria altamente responsable, donde lo clásico tuvo siempre toques de mágica originalidad y la originalidad profunda raíz formal, aunque parezca paradójico. Únicamente la afinada experiencia teatral sobre bases de sólida cultura, posibilita ese hálito de fantasía y buen gusto, juego sutil y evocación, que arquitecturan la anécdota costumbrista de «La verbena de la paloma», dentro de la simplicidad del marco que Guillermo de la Torre creara con gran sentido «funcional», a fin de posibilitar los rápidos cambios a la vista del espectador.
Finalizado el espectáculo, el público que colmaba las instalaciones aplaudió de pie, durante varios minutos, la labor del equipo del elenco y reclamo a su director. Entonces, cuando se esperaba ver en él el reflejo feliz del éxito, tan legítimamente obtenido, Madanes se despidió.
MADANES DICE ADIÓS A «CAMINITO»
«No es cansancio físico lo que me abruma, es cansancio moral. En las condiciones en que luchamos, no es posible seguir. No puedo más».
Aproximadamente estas fueron las sorpresivas palabras con que Cecilio Madanes enmudeció a los varios centenares de amigos que lo escuchaban. Se hizo un alto en la euforia. Con sobriedad no exenta de tristeza, prosiguió: «Me he cansado de explicar que la temporada de verano no debe empezar a mediados de enero, sino en noviembre. Y ya ven: semejante esfuerzo, toda esta gente movilizada desde hace dos meses, ensayando sin percibir sueldo, más de dos millones de pesos embarcados en la aventura, y sólo quedan otros dos meses para que el público pueda verla… Así no es posible que yo continúe en «Caminito». Y señaló las trabas, de diferente orden, las dificultades reiteradas que no logra subsanar a través de una década.
Tocó hondo el reclamo. Lo avalaba la autoridad de una labor cumplida a nivel excepcional. Y la gente empezó a reaccionar de diferentes maneras: comentarios aislados, haciéndose cargo del grave problema, gritos de apoyo incondicional aplausos solidarios. Madanes suavizó el ambiente pidiendo que todos cantaran e invitó a Doña Lola a subir al escenario: ella lo hizo, con garbo, uniéndose al coro y agregando algunos diestros movimientos, los clásicos con que se maneja un mantón de Manila… Pero la verdad había sido dicha y comprendida.
Una vez más, los argentinos sentíamos el peso de nuestro compromiso para con los creadores del arte, de la belleza que -parece una predestinación- hasta que no levantan dignamente la voz para decir: «No puedo más», no son escuchados. Toda empresa de este tipo demanda sacrificios en donde la fe y la vocación juegan roles fundamentales. Pero todo tiene su límite. Y cuando un hombre del talento de Madanes hace, inclusive lucir al país más allá de sus fronteras y señala en el mapa una calle para la historia del teatro rioplatense, vale la pena jugarse por él, al margen del «no te metás», tan argentino.
No sabemos como, si por la vía oficial -como cabe esperarlo- o por la privada -como se descuenta- «Caminito» conservará a su fundador en el lugar de privilegio que nuestro propio egoísmo bien entendido reclama en su defensa. Hay una delicada deuda pendiente y se saldará. Por todas estas cosas encontradas, imprevistas, plenas de sinceridad y de fervor popular, caber afirmar que el reestreno porteño de «La verbena de la paloma» fue memorable.
ANA EMILIA LAHITTE
Giornale E D’Italia
26 Enero 1966
ÉXITO EN EL TEATRO CAMINITO POR “LA VERBENA DE LA PALOMA”
A setenta y dos años de su estreno, este vívido boceto de la vida madrileña aún resulta eficiente, como un antiguo grabado que no desentona siquiera en un ambiente tan exquisitamente moderno.
Claro está, que para que esto ocurra debe ser presentado como lo hace actualmente Cecilio Madanes -el mejor director de la Argentina, y quizás del mundo-.
Nos hemos ocupamos varias veces de él en esta columna, siempre para enaltecerlo y elogiarlo. Como cuando puso en escena a nuestro Goldoni, o a nuestro Gozzi. O cuando montó para su teatro mundialmente famoso “Caminito” aquel Moliere, o ese delicioso vaudeville que fue “Los millones de Orofino”.
Este año, el décimo en su reino de Caminito, es turno de la hispánica zarzuela, y entre ellas la más típica, significativa y representativa de su género: “La Verbena de la paloma”. Que después de haber deleitado a varias generaciones, continúa seduciendo gracias al buen olfato y mérito de Madanes.
Lo que se logra artísticamente no declina nunca. Algo permanece en nuestro espíritu y en nuestra mente incluso al haber terminado la función. Porque aunque no se trate de nada trascendental, este trabajo por su ingenio teatral es de los que nos hacen parecer bella a la vida.
En contraste a toda la amargura que nos propician desde la escena las obras de Brecht y su hermosa compañía, o mejor dicho fea, que hoy día es tan de moda en este nuestro planeta. Afectándonos con su demagogia aguda y crónica.
Pero gracias a Dios, Madanes no nos presenta ni Brecht ni Sartre. Él no piensa ni siquiera en semejantes fealdades. Su alma gentil reacciona solamente delante del teatro puro, genuino y simple, que no sigue la moda sino que es eterno y universal. Y no para asumir una pose. Desde “Aulularia” de Plauto, hasta “La Hostería del caballito blanco”, sin distinciones. Pero siempre inspirado por una refinada sensibilidad que percibe solo lo humano y lo poético.
No hacemos aquí un análisis individual de los intérpretes, en cuanto que el teatro de Madanes gira en torno a una totalidad. Nadie es un “matador”, sino todos. Todos, desde el protagonista, hasta el último extra. Obviamente, cada uno en sus debidas proporciones.
Excelente la orquesta dirigida por el Maestro Andreani, y también los bailarines y el coro.
H. G.
Traducción: ANDREA ZOTTA
Judische Wocherchau
28 Enero 1966
MÚSICA EN BUENOS AIRES
TEATRO CAMINITO INAUGURA CON “LA VERBENA DE LA PALOMA”
El teatro de Caminito, en el antiguo y tradicional barrio portuario de La Boca, ha resonado en sus diez años de existencia pasando las fronteras argentinas.
En un barrio de obreros portuarios existía una callecita curva y discreta que fue ¨descubierta¨ por Cecilio Madanes, y luego decorada por pintores y escultores con color local.
Casas de chapa acanalada y pequeños edificios llevan un aspecto pintoresco, formando un centro de atracción.
Madanes ubicó su escenario aquí, y comenzó con Goldoni. Luego siguió Moliére, quién tendió un puente al sainete porteño. Y el año pasado se ofreció un musical chileno.
Mientras tanto, el creador de Caminito, quien es además productor que cuenta con una subvención gubernamental absolutamente insuficiente, hizo su exitoso debut como director de ópera: “La Traviata” en el teatro Colón.
Y entonces se aventuró en el género típico español, y lo hizo con una perla de la opereta ibérica: ¨La verbena de la paloma¨ (Ricardo de la Vega-Tomas Bretón) a la luz del siempre encantador farol.
Todas las puestas en escena de Cecilio Madanes tienen algo en común: su visión incluye todo lo que de alguna manera es útil del barrio (sogas para tender la ropa ¨a la Napoli¨, balcones con escaleras descendentes, azoteas, etc.).
En esta ocasión se sumaron los decorados de Guillermo de la Torre y el vestuario de Eduardo Lerchundi con lo típico de Caminito y lo hispánico del relato.
La briosa orquesta ha quedado en manos de George Andreani, y una encantadora coreografía realizada por Oscar Aráiz.
De los 30 solistas destacamos a Jorge Luz, Carlos Fioriti, Ramón Contreras, Ángeles Abad, Valeria Riz (la ¨cantaora¨), Josefina M. Stekelman (la ¨bailaora¨), Antonia Herrero, Mabel Falcón y Nelly Romanella. Todos los demás, inclusive el coro, resultan completamente valiosos.
El estreno (función sin apuntador, y con construcciones sobre un escenario pelado y oscurecido) especialidad del teatro de Madanes que no conoce telón alguno, fue recibido cariñosamente y aplaudido con entusiasmo por notables autoridades del estado, así como críticos, artistas y auspiciantes del barrio.
Luego, Madanes sostuvo un valeroso discurso, en el cual decía en una manera corta y humorística, que Caminito no seguiría siendo su camino si la administración municipal (la cual gasta tanto dinero en propósitos inútiles) no logra extinguir el fuego enardecido de todos los participantes (quienes después de dos meses de ensayo, no han visto aún ningún centavo) a través de una subvención más fuerte y continua.
Quod erat demonstrandum! (lo que se quería demostrar)
CURT B. M. WEISSSTEIN
Traducción: BÁRBARA PAULIN
La Nación
6 Febrero 1966
ESTA NOCHE VERBENA:
Son las ocho. En la Boca, justamente en la calle Caminito, se viven ya los ajetreos preliminares a la primera representación diaria de «La verbena de la Paloma», a cargo del conjunto que dirige Cecilio Madanes. El público se acomoda en las sillas, y hasta que comienza la función, come pizza, y bebe café y bebidas gaseosas.
Por el pintoresco escenario habían desfilado ya una comedia, un vodevil, una pieza costumbrista, una obra musical. Ahora se ofrece una zarzuela, género habitualmente destinado a ser exhibido por compañías ambulantes que, al menos en los últimos años, por la modestia de sus presentaciones, no habían llegado a hacerlo trascendente. «No creo que los jóvenes de Buenos Aires hayan visto jamás una zarzuela. Tampoco vi yo «La verbena» pero era algo que no se había intentado en Caminito y por eso la elegí este año y a través de uno de sus nombres, sino el primero, seguramente el más representativo», dice Madanes, que recogió un libro famoso y una música popularísima y la trasladó en una versión que él confiesa ser enteramente fiel al original, donde la adaptación sólo se aprecia en algunas apariciones de personajes que antes permanecían en un segundo plano -como el canto de la gitana que se hacía detrás de una reja y ahora, en cambio, desde el centro de la escena- o, por el contrario, en el mutis de algunos actores en determinados momentos, mientras que tradicionalmente se quedaban en el tablado.
El maestro George Andreani dirige la orquesta y la luz ilumina ya el decorado, que realizó Guillermo de la Torre por medio de prismas triangulares con sus tres caras diferentes que, al ser desplazados, permiten ambientar los tres momentos diferentes de la acción.
La música de Tomás Bretón sobre la letra de Ricardo de la Vega, sin sentir los 72 años que lleva sobre las espaldas, se mete pegadiza por los rincones de la Boca con sus seguidillas, habaneras y chotis.
Las populares figuras de la ficción corren por cuenta de intérpretes argentinos. Los dos viejitos, don Sebastián y don Hilarión, son personificados por Carlos Fioriti y Jorge Luz, que integran la compañía de Caminito desde la formación del conjunto. La Casta es Nelly Romanella, perteneciente al elenco del Teatro Colón, y Mabel Falcón, actriz argentina que durante seis años representó en España y América comedias musicales, es Susana.
El grupo cuenta también con dos españoles: Antonia Herrero, que tras una larga carrera teatral aparece en una zarzuela, y Ramón Contreras (Julián), cantante andaluz que lleva a sus compañeros la ventaja de haber interpretado ya el papel en España y América.
Los actores, el cuerpo de baile y el coro visten trajes inspirados en los figurines de la época que realizó Eduardo Lerchundi y amigos personales de Madanes cedieron, para lucir en la escena de la verbena -fiesta popular que se realiza en Madrid el 15 de agosto para la Virgen de la Paloma- ricos mantones, una prenda procedente de las Filipinas que llegó a la Península y se hizo a fines de siglo, detalle inseparable de la madrileña.
Y mientras Caminito cobija una nueva temporada estival, el director Cecilio Madanes, tiene ya dos proyectos. Uno inminente: montar «Manón» en el primer coliseo, y el segundo, elegir por medio de un concurso la obra a ofrecerse el próximo verano sobre Filiberto y su barrio, que este año no cobró realidad porque ninguno de los libretos que le presentaron le pareció adecuado para la evocación del compositor.
Clarín
3 Marzo 1966
LOS MANTONES DE MANILA VAN A LA BOCA
DENTRO DE LA LINEAL GEOGRAFÍA PORTEÑA HAY POCO LUGAR PARA LAS SORPRESAS. SE SABE QUE FLORES Y BELGRANO SON LOS BARRIOS SOLEADOS Y FAMILIARES; QUE SAN TELMO GUARDA AÚN EN LOS FRENTES DE SUS VIEJAS CASONAS EL RECUERDO DE LOS CANDOMBES; QUE EN ALMAGRO SE TRABAJA, EN MATADEROS PERVIVE EL RECUERDO DEL GAUCHO Y EN EL PILAR SE RENUEVA DIARIAMENTE EL CULTO DE LA MISA RECOLETA. PERO NADIE, POR FRONDOSA QUE POSEA LA IMAGINACIÓN, FANTASEARÍA AL EXTREMO DE UBICAR EN LA BOCA, REDUCTO DE ESTADIOS, ARQUITECTURA CINGUESCA Y ACENTO GENOVÉS, EL ALADO MARIPOSEO DE MANTONES DE MANILA…
Sin embargo, el milagro se produjo. Y se reproduce noche a noche contra el fondo de un cielo apuntalado por mástiles que la luz de los reflectores aclara como si anunciase la llegada de un amanecer prematuro.
El mérito corresponde a un hombre empeñoso, quien demasiado joven para valorar el poder de las limitaciones, se lanzó hace ya años a la temida empresa de convertir una calle cualquiera en un teatro. Se llama Cecilio Madanes.
Sí. El mismo Cecilio que hace una década vistió la calzada de la cortada Caminito con «toilette» de bambalinas y del brazo con Goldoni lanzó «Los chismes de las mujeres», abriendo un compás de asombro en la fisonomía de esa ribera cuyos recuerdos apenas si sobrepasan los colores azul y gualda de los pabellones de los barcos suecos que distinguieron desde entonces a su equipo predilecto.
Hubo en verdad un movimiento azorado en el pulso de la barriada que en el reemplazo de los gritos de la «murra», el «tre sette» y el «padron é soto» por el lenguaje literario de los clásicos (Molière entre ellos), vio alterarse el ritmo de muchos años dedicados a la glorificación de los triunfos futbolísticos y al saboreo de los manjares, con que muchos domingos se festejaban por los puntos obtenidos por «el campeón».
Madanes era -y continúa siendo- un cerebro empecinado. Si el teatro no fue incendiado la primera noche por el vecindario, el teatro continuará. He ahí la solución de una problemática lineal y sencilla, apoyada en un entusiasmo fervoroso y una confianza ilimitada.
Desde aquella jornada de 1957 muchas crecidas inundaron La Boca. Pero hubo una permanente y en eterno ascenso: el nivel de Caminito, que de ensayo, intentona, tanteo, se convirtió en algo tan institucional como la Vuelta de Rocha o el estudio de Quinquela Martín.
Ya «en routte» -no pretendemos hacer historia-, Madanes se permitió todos los gustos, que por eclécticos fueron desde aquél debut con el veneciano setecentista hasta la comedia musical chilena, pasando por el muy clásico Monsieur Jean Baptiste Poquelin y el porteñísimo Gregorio de Laferrer, sin olvidar está la poesía de García Lorca.
De pronto como si quisiera barrer con todo vestigio de banderías, algo así como clavar una pica en Flandes, Madanes decidió trasladar el más típico barrio madrileño con chulos, chulapas, guardias civiles y chotis, a los feudos de Giacumin, Bevilacqua y Tesorieri.
Ahí está haciendo ondear los mantones de Manila y las inolvidables canciones de Bretón clavados en el lugar donde solamente reinaban los hijos de la costa ligur.
«La verbena de la paloma» es el trampolín desde el cual de la ribera, salta noche a noche para hundirse en las aguas del Riachuelo, el milagro de la zarzuela, recuperada después de varios años de agonía entre decorados de papel y cantantes baratos, por el empecinamiento de un hombre todavía no demasiado maduro como para conocer el desaliento.
Largas colas de espectadores ocupan las desniveladas aceras boquenses formando una fila de desiguales cotas en tanto aguardan el momento de entrar en el teatro donde las huestes de Madanes culminan con aquello de «¿Dónde vas con mantón de Manila? ¿Dónde vas con vestido chinés?… A lucirme y a ver la verbena. Y a meterme a la cama después», trayendo aromas de chamberi, cuchilleros y embajadores a la policroma Boca bonaerense, para mezclarlos en fraterna simbiosis con los olores a brea de los astilleros y almacenes navales, de «fugaza» de los comederos al paso y humo de los remolcadores.
Magia del teatro que llevó los mantones de Manila a ondear a la par del banderín auriazul.
SKILOS
Radiolandia
15 Marzo 1966
ASTROS DEL FESTIVAL VISITARON «CAMINITO»
El infatigable Cecilio Madanes, padre de “Caminito” y propulsor de fiestas y reuniones de confraternidad entre el ambiente artístico, reunió a las delegaciones extranjeras que se hallaban de paso, de regreso del festival de Mar del Plata, para invitarlos a una representación de “La verbena de la Paloma”, que dirige con notable éxito en el Teatro Caminito para reunirlos luego en una bulliciosa comida en la cantina Spadavecchia, del barrio de la Boca.
La reunión se prolongó hasta altas horas de la noche y constituyó una magnifica fiesta de confraternidad.
Los artistas extranjeros quedaron asombrados del magnífico ámbito escenográfico de “Caminito” y del original pintoresquismo de La Boca.
La Boca conoció una vez más y de cerca las luminarias internacionales del cine, que no pueden, por otra parte, sustraerse a su gran magnetismo de barrio único en el mundo.
Lautaro Murúa, Cecilio Madanes, Beatriz Bonnet, María Aurelia Bisutti, Duilio Marzio, Daniel Tinayre y muchas otras luminarias de nuestro ambiente fueron los cordialísimos y atentos anfitriones de la noche.
Noche en la que brillaron la apostura de Jean-Claude Drouot , la serena belleza de Marie- France Boyer, la simpatía de Catarine Gombos y la alegría de todos nuestros huéspedes, que, seguramente, nos han conocido mucho mejor.
LA BOCA BRILLÓ UNA VEZ MÁS
FOTO 1 (de izquierda a derecha)
Jean- Claude Drout y Marie-France Boyer, la pareja del exitoso filme “La felicidad”, se disputan la clásica rosa boquense. Los observa divertido Dulio Marzio.
FOTO 2 (de izquierda a derecha)
Beatriz Bonnet comenta algo muy gracioso a Marcelo Tinayre, a juzgar por el semblante de éste. El esposo de Beatriz observa la cordial escena.
FOTO 3 (de izquierda a derecha)
Un cordial rincón de la mesa boquense reúne a Lautaro Murúa, su esposa, Violeta, a Cecilio Madanes, Beatriz Bonnet y al realizador sueco Vilgot Sjoman.
FOTO 4 (de izquierda a derecha)
La bella actriz húngara Catarine Gombos conversa con un amable anfitrión. Beatriz Bonnet, por otra parte saluda a varios admiradores que se acercan a Spadavecchia.
FOTO 5 (de izquierda a derecha)
Otro cordial aparte de Cecilio Madanes con la bellísima María Aurelia Bisutti, Duilio Marzio y el realizador italiano Antonio Pietrangeli.
FOTO 6 (de izquierda a derecha)
Los más entusiasmados con la fiesta fueron sin duda los suecos Vilgot Sjoman y Bo Jonson. Quedaron muy encantados con la calidad del ambiente boquense.