Nombre del espectáculo: UNA VIUDA DIFÍCIL
Fecha de estreno: 24 Mayo 1961
REPARTO
Gianni Lunadei
Beatriz Bonnet
Tino Pascali
Lorenzo Quinteros
Leda Zanda
Carlos Altabe
María Esther Duckse
Alfredo Duarte
Alejandro Anderson
Fernando Vegal
Ana María Picchio
Juan Vehil
Elba Basile
Rodolfo Salerno
Pascual Pellicciota
Berta Castelar
Edelma Rosso
Manuela Serra
Víctor Hugo Iriarte
Enrique Talión
Abel Saenz Buhr
Daniel Díaz
Autor: Conrado Nalé-Roxlo
Escenografía: Miguel Angel Lumaldo
Vestuario: Eduardo Lerchundi
Apuntador: Luis F. Sperzagni
Asistente de dirección: Arístides Mottini
Peluquería: Horacio Pisani
Utilería: Casa Puig
Fotos: Anatole Saderman
Jefe de escenario: José Di Paoli
Jefe de electricistas: Alfonso Varela
Jefe de maquinistas: Roberto Pacienza
Encargado de utilería: Alberto Martínez
Jefe de escenografía: Américo Cárdenas
Jefe de vestuario: María E. Fernbach
DIRECCIÓN
Cecilio Madanes
SALA
Teatro Nacional Cervantes
FIGURINES
1. Elda Basile
Fotocopia color
29.8 x 21 cm
11.73 x 8.26 in
2. Laura
Fotocopia color
29.8 x 21 cm
11.73 x 8.26 in
3. Rita
Fotocopia color
29.8 x 21 cm
11.73 x 8.26 in
4. Pueblo
Fotocopia color
29.8 x 21 cm
11.73 x 8.26 in
EN ESCENA

Edelma Rosso y Beatriz Bonnet
NOTAS PREVIAS
«UNA VIUDA DIFÍCIL»
Cuando Conrado Nalé Roxlo, consagrado como un poeta de altos merecimientos por el seguro juicio de Leopoldo Lugones, abordó el teatro, no pasó de la lírica a la dramática con una determinación caprichosa, un mero alarde poligráfico, sino que vino a considerar ese cambio de género como una exigencia natural de su rica y variada personalidad de creador literario. Nalé figura, desde el estreno de su primera comedia poemática, «La cola de la sirena», entre los autores que reaccionaron contra el insistente realismo imperante en la escena argentina. En 1940, ese concepto estético significaba un avance valioso destinado a la renovación de la dramaturgia nacional. «El pacto de Cristina», «Una viuda difícil», «Judith y las rosas», y también sus piezas breves, refirmaron aquella condición y aquella cualidad artísticas. El poeta subía al escenario para llevar al teatro su propia poesía.
Ese poeta, de tan ingenua limpidez que es el autor de «El Grillo», de tan depurado lirismo en las estrofas de «Claro desvelo», ha confluido en «Una viuda difícil» (1944) con el humorista, pleno de intenciones y alusiones, que firma con el seudónimo de Chamico. Esos dos ríos espirituales, la poesía y la gracia, se han reunido con ingenio vibrante y gozoso en esta obra que se aproxima, por veces, a la farsa y, por momentos, a la tragicomedia, ya en sus rasgos de burla brillante, bien en sus líneas. de atinada psicología, al pintar el trasfondo pueril de una bravuconería fingida en el hombre o al dibujar las sutiles ambivalencias del carácter en la mujer.
Convencional, pero no deshumanizada en su concepción, minuciosa y ponderada en su desarrollo, tanto en sus planteos risueños y gratos como en sus expansiones pasionales y sus gestos de violencia. Lo cómico y lo dramático están sutilmente dosificados en los tres actos y el punto clave del conflicto no se revela hasta los pasos finales de la curiosa fábula.
El tono, el colorido, el donaire, el esbozo decorativo imprimen a la obra reminiscencias muy legítimas de la comedio dieciochesca. El acento de Goldoni y el de Moratín, discípulos de Moliére al través de los Alpes y los Pirineos, y, por instantes el diseño goyesco, recrean un estilo muy propio para «Una viuda difícil», forman un cuadro, de cuyo fondo se destaca la protagonista, esta Isabel, que vive entre desdenes y amores, antojos y voluntades, temores y confianzas. Es como «una perla rosada en engarce de plata», pero al oriente suave y luminoso de su espíritu une la franqueza y el desafío con que busca, para su naturaleza femenina, el ímpetu y la rotundidad en la índole del varón. ¡Que la motejen de «asesina consorte» antes que aparecer como la esposa de un «inocente canalla»!
Conrado Nalé Roxlo ha sabido juntar en esta obra lo nacional con lo universal. Nadie puede dudar de que el lugar de acción es Buenos Aires y de que los personajes son nuestros, y, sin embargo, el tema y las figuras, las esencias y las formas, la idiosincrasia y los temperamentos, las palabras y las actitudes pertenecen al mundo entero. Este es el modo de proporcionar una amplitud estética al teatro argentino para que pueda escolar los proscenios más altos de Europa y América.
Alfredo de la Guardia
AUTORIDADES
Presidente de la Nación Argentina: Tte. Gral. JUAN CARLOS ONGANIA
Ministro de Interior: Dr. GUILLERMO A. BORDA
Secretario de Estado de Cultura y Educación: Dr. JOSE MARIANO ASTIGUETA
Subsecretario de Cultura Dr. JULIO CESAR GANCEDO
TEATRO NACIONAL CERVANTES
DIRECTOR: JUAN JOSE de URQUIZA
Administrador: ARMANDO DANTE
Secretario Técnico: VÍCTOR ROO
Subadministrador: ROBERTO REYNO
Jefe de Prensa: CÉSAR ABRAHAM
TALLERES GRÁFICOS DE LA SECRETARIA DE ESTADO DE CULTURA Y EDUCACIÓN
EN ESCENA

Berta Castelar, Leda Zanda, Edelma Rosso y María Esther Dukse
PRENSA
La Nación
18 Mayo 1969
DOÑA ISABEL, LA VIUDITA
Aún no ha llegado el entendimiento entre la pareja. Pero, hacia el final de la comedia, el amor va arreglando todo. Isabel -Beatriz Bonnet-, el encantador personaje de Nalé Roxlo, hallará la felicidad junto a su MariaNo -Rodolfo Salerno- entre guiseras, relicarios y espuelas de plata labrada.
Fotografías de LA NACION por Norberto Mosteirin
Un momento con Beatriz Bonnet y Alfredo Duarte. Miguel Angel Lumaldo diseñó la escenografía minuciosa que ambienta la acción de «Una viuda difícil». Y Eduardo Lerchundi, por su parte, dibujó el variado y colorido vestuario.
En los tiempos coloniales, un condenado a muerte podía ser absuelto si alguna mujer se quería casar con él. Tan extraña Ley de Indias inspiró a Conrado Nalé Roxlo, velinticinco años atrás, su segunda comedia con un personaje singular como protagonista. Asi nació Isabel. Más de cien noches vivió en la escena dirigida por Cunill Cabanellas Paulina Singerman, vestida con unos modelos muy elegantes, fue la primera viudita que paseó sus problemas sentimentales y económicos por el doble ambiente exigido por la acción: un negocio de platería y la calle. Isabel se alejó después de los ajetreos escénicos por más de quince años.
Volvió finalmente a contar al público porteño sus devaneos y resoluciones de la mano de Aída Luz, bajo el cielo de Caminito. Cecilio Madanes. su director, adoptó, con una intención plástica, otra moda para el vestido de sus personajes. Isabel tuvo así unos grandes peinetones, realmente primorosos. Su silueta parecía desprenderse de las estampas que Bacle imprimía por 1830.
Unos meses más tarde, escoltada por el autor y el director, la viudita se fue a contar sus problemas a Río de Janeiro, y una calle carioca, Largo de Boticario, fue su insólito tablado.
Hoy la Comedia Nacional actualiza su presencia. Isabel cuenta en estos momentos con una hermosa sala, dotada con los últimos adelantos técnicos y ambientación hispano-americana muy oportuna para el caso.
Viste, como ayer, faldas amplias y grandes peinetas, pero su intérprete se llama ahora Beatriz Bonnet: rubia, nerviosa, movediza, parlanchina… La acompaña un séquito poco común de perros y una burrita no demasiado dispuesta a la exhibición teatral. Los animales de Caminito -aclara Madanes- pertenecían a gente del barrio. Ahora son todos alquilados y menos dóciles».
Como para todos sus trabajos, Madanes realizó una puesta muy detallista. Nalé Roxlo. según su costumbre, no intervino con sugerencias ni asistió casi a los ensayos. «Hay que dejar a los directores hacer a voluntad», es su lema.
De esta forma, Isabel se une a otras heroínas en este momento teatral. Mientras ellas narran sus angustias actuales, la viudita le cuente al público, risueñamente, el por qué de su casamiento con un condenado a muerte.
Las circunstancias de la acción multiplican su tarea. Limpia la platería, se deja galantear, prepara un pastel de boda, acepta flores, consuela a las solteras impacientes y. mientras habla, sobre su peinado impecable se balancea un gran peinetón de carey.
A. P.